Columna de Eve Crowley: Necesidad de colaboración por una alimentación adecuada
Chile, su gente, y el mundo entero enfrentan actualmente un gran desafío: poder producir alimentos suficientes, saludables, inocuos, sostenibles y accesibles para todas y todos.
Sin embargo, el último tiempo, nos hemos enfrentado a diversas crisis relacionadas con el cambio climático, la pandemia, e incluso conflictos bélicos que, en un mundo globalizado, nos afectan directamente. Ante una real y creciente desigualdad socioeconómica, estos problemas golpean siempre con más fuerza a los más vulnerables, exacerbando los problemas de inseguridad alimentaria.
En Chile, 700 mil personas presentan inseguridad alimentaria grave (SOFI, 2022), mientras que los hogares pobres gastan casi un cuarto de sus ingresos en poder costear la canasta básica de alimentos. En tanto, los sistemas alimentarios y las dietas no saludables le cuestan a Chile un 1,5% de su PIB total (The Economist, 2021) y, además, contribuyen con un tercio de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Esta cifra se reduciría si la población pudiese tener acceso efectivo a dietas más saludables, lo que no puede considerarse un privilegio, debe ser un derecho.
Hoy, los pueblos indígenas, que constituyen un 6% de la población mundial (FAO, 2021), trabajan a diario en la protección de la biodiversidad genética de nuestras especies, animales y vegetales. Sin sus saberes y prácticas ancestrales podríamos perder no solo importantes nutrientes para la alimentación humana, sino también la resiliencia de estas especies a la sequía, olas de calor y condiciones extremas del clima.
La FAO hace un llamado al país a empoderar a los que siempre quedan atrás, transformando la forma en que se producen nuestros alimentos, cómo se consumen y cómo se distribuyen. Es necesario que los gobiernos, el sector privado, la academia y la sociedad civil empoderen a los más vulnerables, incluyendo a mujeres y jóvenes, a través de la transformación de los sistemas agroalimentarios para que sean más eficientes, inclusivos, sostenibles y resilientes.
La transformación de los sistemas agroalimentarios no solo es urgente y necesaria, sino que debe ser profunda y unir fuertemente a todos los sectores y actores. Debemos ser capaces de escucharnos con respeto y entender nuestras necesidades. Todos los actores debemos ser parte de este esfuerzo, el mundo privado, por ejemplo, debe establecer modelos de negocio inclusivos, respetuosos del trabajo decente, la igualdad de género y el cuidado del medioambiente.
LA FAO se pone a disposición del Estado de Chile para seguir trabajando juntos, en impulsar sistemas que brinden seguridad alimentaria para todas las personas, mediante el establecimiento de bases económicas, sociales y medioambientales que lo permitan. Es una responsabilidad conjunta asegurar el futuro de la alimentación de las nuevas generaciones, a través de un medioambiente más limpio que nos entregue una mejor producción, que se verá reflejada en una mejor nutrición, que nos encamine hacia una vida mejor, sin dejar a nadie atrás.
Por Eve Crowley, representante de FAO en Chile
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