
Necesitamos más chilenos, no más ilegales

Chile se apaga y se va quedando sin chilenos. Cada año nacen menos niños y nuestra tasa de fecundidad cayó a 1,16 hijos por mujer, convirtiéndose en una de las más bajas del mundo. Nos estamos extinguiendo como país y mientras nuestras maternidades se vacían, nuestras fronteras se llenan de ilegales. Y el gobierno, en vez de revertir esta tragedia nacional, ha optado por administrar la situación sin una política clara que priorice a las familias chilenas. Así de brutal.
Porque esa es la verdad que nadie quiere decir: en vez de apoyar a los jóvenes para que puedan formar familia, el Estado prefiere llenar el vacío demográfico con inmigración masiva, descontrolada e ilegal. En La Moneda se ha tomado una decisión desconectada de la realidad social: resulta más sencillo ignorar el ingreso clandestino que comprometerse con un verdadero apoyo a la maternidad y la crianza.
Se nos muere el país y los progresistas celebran la “diversidad”. ¿Diversidad? No. Es reemplazo demográfico, cultural y político. Mientras se cierran salas cuna por falta de nacimientos, los asentamientos irregulares crecen de manera descontrolada. No hay apoyos universales para promover la natalidad, pero sí procesos expeditos para normalizar el ingreso de extranjeros ilegales por pasos clandestinos.
Hoy en Chile, formar una familia se ha vuelto una tarea casi contracultural. No hay políticas de apoyo, no hay alivio tributario, no hay acceso digno a vivienda. ¿Vamos a reemplazar a nuestros hijos por cuotas de inmigración mal regulada? ¿Vamos a exportar la maternidad y subcontratar la infancia? ¿Vamos a seguir mirando hacia otro lado mientras los barrios se llenan de bandas criminales importadas y las salas cuna se vacían? ¿Dónde quedó la dignidad nacional? ¿Cuándo decidimos que formar familia era un privilegio de ricos y que criar hijos era un error ecológico o ideológico?
Y después se preguntan por qué la gente está enojada. Por qué crece el desencanto, la rabia, la sensación de abandono. Es simple: porque a los chilenos se nos trata como estorbo en nuestra propia casa. Mientras tanto, los mismos que se horrorizan porque alguien dice “más chilenos, no más ilegales”, son los que justifican bandas extranjeras, narcos importados, y barrios tomados por mafias que llegaron en avión, por tierra o por mar y se quedaron por decreto de regularización de gobiernos de distinto signo.
Chile no necesita más excusas, Chile necesita más hijos nacidos aquí, de padres que amen este país y quieran verlo renacer. Necesita un gobierno que deje de lado el abandono de su gente y comience a protegerla con políticas reales y efectivas. Necesita devolverle dignidad a la maternidad, honor a la paternidad y orgullo a la crianza. Apoyo real, concreto, sin letra chica, sin discriminaciones. Porque criar hijos no es un lujo ni un capricho: es una inversión en el futuro del país.
¿Y si no lo hacemos? Bueno, no hace falta imaginarlo. Basta con mirar alrededor: más soledad, más crimen, más envejecimiento, más barrios tomados, más silencio en las cunas y más balazos en las noches. Ese es el país que nos están dejando los que no creen en la vida, en la familia ni en Chile. ¿Quién va a cuidar a nuestros viejos si no hay hijos? ¿Quién va a defender la patria si no hay chilenos? ¿Quién va a sostener el país si no lo quiere habitar nadie que haya nacido en él?
Es hora de decir basta. Basta de ignorar el impacto del reemplazo demográfico y cultural. Basta de tratar la natalidad como tabú. Basta de castigar a quienes eligen formar familia. Queremos un país que vuelva a nacer, con su gente, su identidad y su futuro. Y lo decimos sin pedir perdón ni permiso: necesitamos más chilenos, no más ilegales. Punto.
Por Cristián Valenzuela, abogado
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