Ni un dedo en las urnas, ni una paradoja

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Por Maite Orsini, diputada, presidenta de la Comisión de Mujeres y Equidad de Género de la Cámara de Diputadas y Diputados y Carola Garrido, de Red de Politólogas.

Las mujeres de Chile hicimos historia. La nueva Constitución se escribirá con un lápiz morado que pondrá una mirada de género en las nuevas formas de distribuir el poder y en la consagración de los derechos sociales que el pueblo de este país merece y necesita. Las mujeres serán el 49,7% de la Convención, 77 de un total de 155 convencionales. Estos que parecen solo un par de números, son datos tremendamente importantes: la Convención Constitucional será la primera asamblea constituida con igual representación de ambos sexos en toda la historia del mundo. Es un logro que abrirá las puertas a una nueva forma de hacer política, una feminista, hecha para todos y todas, por todos y todas. Parafraseando a los hombres que alguna vez llegaron a la Luna: este es un pequeño paso para las mujeres, solo porque es un paso más grande para la humanidad.

Este triunfo se diseñó y gestó hace mucho tiempo. En marzo de 2020 se aprobó la Ley 21.216 que, recogiendo el anhelo feminista expresado por el pueblo, estableció las reglas para la elección de convencionales en equilibrio de genero. Para ello, utilizamos dos mecanismos para asegurar la paridad: uno de entrada y uno de salida. El primero obligaba a los pactos a armar sus listas de forma paritaria, con igual número de hombres y mujeres; a que esas listas estuvieron encabezadas por mujeres, y luego alternar el orden del resto de las candidaturas como una “cebra”, es decir, primero una mujer, luego un hombre, y así sucesivamente. Por su parte, la paridad de salida implicó asegurar un resultado paritario en los distritos pares y equilibrio de género en los distritos impares; “corrigiendo” el resultado en cada distrito, reemplazando a candidatos del género sobre representado por uno del sub representado.

Sin estas reglas de paridad los resultados de ayer no hubiesen sido posibles. En las elecciones donde no se introdujo la regla de paridad, hay una diferencia importante en el porcentaje de candidaturas de hombres y mujeres. Por ejemplo, en la elección de alcaldes y alcaldesas, solo un 23% de las candidaturas fueron mujeres y en las de concejales y concejalas, un 39% fueron mujeres. Por tanto, debemos analizar el efecto de la paridad de resultado pensando en el efecto que produce la paridad de entrada.

¿Por qué entonces se ha sugerido que el resultado obtenido a través de la paridad es paradójico? Porque la regla de paridad permitió que 7 hombres en escaños no reservados, y 4 de pueblos originarios, entraran a la convención constitucional como el sexo subrepresentado. Por tanto, en lugar de mejorar la representación de las mujeres, terminamos mejorando la de los hombres. Acá, es importante decir dos cosas: Primero, contrariamente a lo que maliciosamente decían quienes se opusieron a la paridad, las mujeres no metimos ninguna “mano en la urna”, porque la paridad de entrada permitió que las mujeres fueran candidaturas competitivas y, por tanto, obtuvieron buena votación. Esto implicó que se corrigiera el resultado en pocos distritos. Por eso es importante mirar el mecanismo de paridad en su conjunto. Es la paridad de entrada la que permite darle mayor visibilidad a las candidatas, mayor igualdad y, por tanto, mayores opciones de ser competitivas. Esto además demuestra que los hombres no son más competitivos que las mujeres. Segundo, la corrección en favor de los hombres no es paradójica. Tal como dijimos en la discusión legislativa y hoy resulta necesario recordar, ni el feminismo ni la paridad abogan por un “mujerismo”. No queríamos un 77% de representación, como hoy tienen los hombres en la cámara de diputados. No queremos que no haya más hombres presidentes, ministros o jueces. No queremos ser más que los hombres: queremos igualdad.

El feminismo no es un machismo invertido, porque las mujeres jamás le haríamos a los hombres lo que el machismo nos hizo a nosotras por tantos años y hoy nos sigue haciendo. No queríamos ni queremos que se queden en sus casas haciendo labores de cuidado no remunerado, ni que tengan menores sueldos haciendo los mismos trabajos, ni que sientan miedo al salir a la calle, ni que tengan menor representación política. Si eso fuera así, lo que hubiésemos propuesto es que los mecanismos sólo beneficiaran a mujeres. Lo paradójico sería que eso se llamará paridad.

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