No es la mascarilla. Es lo que está detrás de ella
Hasta hace pocos meses, la mayoría de los occidentales nos sorprendíamos al ver las imágenes de ciudadanos orientales usando mascarillas de manera voluntaria.
Hay quienes sostienen que la mayoría de los liderazgos que han fallado en su forma de enfrentar la crisis del Covid-19 lo han hecho por tres principales razones:
1) Incapacidad de comprender y valorar la ciencia
2) Falta de empatía
3) Incapacidad de coordinarse con otros
Hasta hace pocos meses, la mayoría de los occidentales nos sorprendíamos al ver las imágenes de ciudadanos orientales usando mascarillas de manera voluntaria, y diría que la mayor sorpresa venía al saber que la razón para usarla era para no contagiar a los demás. La mascarilla se ha usado desde hace décadas por parte de quienes, teniendo una enfermedad, saben que pueden contagiar a otros, se preocupan por la posibilidad de llegar a ser fuente de contagio, y operan en base al bien común. El criterio de fondo es que, si todos colaboramos, el daño para el total de la población es menor. Es la lógica contraria al “hago lo que quiero”, “para qué me voy a tomar la molestia si los demás no lo hacen”, y más bien es la del “nadie se salva solo”.
En mi vida tuve la experiencia de tener una hija con cáncer a los 3 años en una época en que yo trabajaba como gerente de una empresa de alimentos. Tanto en mi vida familiar, como en mi plano laboral, se nos impregnó la cultura de tener permanente cuidado de no contagiar a una persona con defensas bajas, ni contaminar los alimentos que llegarían a los platos y manos de miles de personas desconocidas. La mascarilla y el frecuente lavado de manos eran parte fundamental del sistema de cuidado de los demás.
Hoy nos vemos todos forzados a quedarnos en casa, mantener distancia espacial y usar mascarilla, no solo como lo que debemos hacer, sino que como una oportunidad de reflejar lo que hemos aprendido. Es una clara oportunidad de adaptar un aspecto muy valioso de la cultura oriental: el respeto por los demás. El cuidado del bien común.
La mascarilla pasó a simbolizar el respeto, la responsabilidad, el pequeño aporte individual cuya sumatoria contribuye a resolver un grave problema colectivo, como un elemento más que nos ayude a salir de la pandemia mejor que como entramos. Podemos salir valorando las indicaciones de la ciencia y cuanto hemos aprendido respecto de que somos una especie vulnerable como cualquier otro ser vivo. Podemos salir de la crisis con mayores niveles de empatía en particular con quienes están más expuestos en el día a día a diversas amenazas y dificultades no solo en el ámbito sanitario. Y podemos salir determinados a colaborar, convencidos que nadie se salva solo y que todos necesitamos ser parte de la solución. La mascarilla ya se transformó en un símbolo de los valores de quien está detrás, sobre todo si se trata de una mascarilla reusable. Apliquemos estos criterios en todas nuestras actividades productivas y de seguro nos recuperaremos mejor, basados en una reactivación sostenible.