Columna de Carlos Correa: No hay vuelta atrás
La decisión de cerrar la fundición de Ventanas puede leerse como tragedia, pero es una tremenda oportunidad para el Presidente. Si se mantiene el timón firme, se cae esa especie de caricatura que hace la oposición de un Presidente sin capacidad de gobernar.
Si hay un hito importante en el gobierno de Gabriel Boric es la decisión de cerrar la fundición Ventanas de Codelco.
A diferencia de otros eventos, en este el gobierno decidió salir a jugar de manera audaz y no a navegar según la dirección del viento.
También es un acto consistente con su programa y voluntad, y no una adecuación a la realidad como han sido otros eventos, como los estados de emergencia en la Macrozona Sur.
Los altos costos que tendrá en trabajadores y pequeños mineros hacen que sea una decisión que suena bien en redes sociales, pero en la realidad es otra cosa.
Como predice el teorema de la imposibilidad de Arrow, no hay manera de que todos queden contentos y habrá que apretar los dientes ante las casi seguras manifestaciones de trabajadores, el descontento profundo de los pequeños mineros y su amplia red de apoyos en el Congreso.
Por otro lado, el último episodio de contaminación y la propia promesa presidencial de terminar con las llamadas zonas de sacrificio lo colocó en un punto donde no tiene otra jugada que proceder al cierre.
El diseño comunicacional para esta decisión fue bastante curioso, pues se filtró antes de que lo anunciara el Presidente, y en un reportaje, publicado ayer en este medio, se cita a la ministra de Medio Ambiente que plantea como política pública para esta crisis la actualización de las normas de emisión para termoeléctricas y fundiciones, la creación de una norma primaria de calidad de arsénico y una norma secundaria de calidad para la bahía de Quintero y Puchuncaví.
Claramente la jugada iba por otro lado y requirió una coordinación estrecha entre Máximo Pacheco y el Presidente, ambos candidatos a héroes o villanos. La ministra Rojas aparecía en la foto al menos, para despejar cualquier rumor que estaba fuera de la operación, como pareció ser en días anteriores.
No va a ser posible dar vuelta atrás, pues la señal de una nueva voltereta sería un daño mayor para el Ejecutivo. Habrá que salir de la cultura de las redes sociales, donde se pedía a gritos el cierre de Ventanas, pero prontamente solidarizarán con los trabajadores mineros y las cartas que mandarán sus hijos al Presidente.
Un paralelo a esta historia que vendrá será el cierre de la Empresa Nacional del Carbón, con todo el impacto social para la ciudad de Lota. También este cierre va a generar una oleada de movimientos NIMBY (Not in my Backyard) a lo largo del país, que buscarán que se cierren más instalaciones, con presión para un gobierno que no puede seguir diciendo que no a los proyectos de inversión ligados a la minería.
Visto así se lee como tragedia, pero es una tremenda oportunidad para el Presidente y el gobierno. Si se mantiene el timón firme, se cae esa especie de caricatura que hace la oposición de un Presidente sin capacidad de gobernar, burlándose incluso de sus temas de salud o personales.
En su grado de atrevimiento empieza a parecerse al gobierno de Ricardo Lagos, que también atravesó dificultades en sus inicios, hasta tal punto que hubo algunos que pusieron dudas si alcanzaba a terminar.
Al final de los tiempos quedó como un gobierno audaz, que redujo la desigualdad y aumentó la inversión privada, incomprendido hasta hoy en su sector, pero amado y respetado por sus contrincantes.
Sin duda que la comparación con Lagos puede resultar muy ofensiva, pero no sería el primer punto donde Boric hace un quiebre con sus propias palabras como agitador estudiantil por razones de Estado.
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