No seguir improvisando con los niños



SEÑOR DIRECTOR:

Separar a un niño de su familia para ingresarlo a una residencia es la medida más grave de todas, y por lo mismo, debe ser una decisión fundada y como última opción, una vez agotadas todas las posibilidades, porque el daño que esto causa en los niños será permanente y de consecuencias imprevisibles.

Por lo mismo, es inaceptable maquillar negligencias como “errores” de quienes son responsables y deben ser personas entrenadas, especialmente cuando además está en riesgo la integridad física y psíquica de nuestros niños, como recientemente ha reconocido el servicio “Mejor Niñez” a propósito del caso públicamente conocido de tres hermanos que habrían abandonado su casa por temor de ser enviados a un “hogar”.

La ausencia o desconocimiento de protocolos no es algo nuevo, esa excusa ya la escuchamos en el caso de la muerte de Lissette Villa, producto de una contención carente de seguridades. Lamentablemente, no se trata de casos aislados que ocurren en las residencias, que hoy se reconoce tienen hacinamiento, falta de personal idóneo y especializado, infraestructura en ocasiones deplorable y una incapacidad de dar atención a niños con características de vulnerabilidad que demandan servicios diferenciados. Asimismo, se sigue incumpliendo el principio que busca mantener la unidad de los hermanos, producto de la falta de espacios residenciales capaces de cubrir, con los resguardos óptimos, a niños de distinta edad y sexo.

Hacer visible esta realidad y actuar con sentido de urgencia es nuestro deber. Contar con institucionalidad en materia de infancia es el piso mínimo. Lo que se requiere es actuar con apego a estándares de protección adecuada y eficaz, para que los niños no sientan que están en mayor peligro en una residencia, donde uno esperaría que se sintieran protegidos.

Mónica Jeldres

Jueza de Familia

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