Opinión

No te mueras nunca, Pinochet

Adherentes de Pinochet tenían un supuesto plan secreto para rescatarlo de su detención en Londres (Foto de archivo)

Cada vez que a la izquierda se le acaban las ideas —y eso ocurre con alarmante frecuencia— resucitan al mismo de siempre: Pinochet. No falla. Con una mezcla de morbo, oportunismo y nostalgia revolucionaria, desempolvan su comodín favorito. Porque si algo han perfeccionado durante estos 50 años, es el arte de exprimir el 11 de septiembre como un activo político: una franquicia emocional que les permite aplastar moralmente a sus adversarios sin necesidad de rendir cuentas, ni por el pasado ni por el presente.

Para ellos, Pinochet no solo es quien gobernó Chile por 17 años: es el espantapájaros eterno que les sirve para ahuyentar cualquier discusión incómoda. ¿Inmigración ilegal desatada? Pinochet. ¿Homicidios en cifras récord? Pinochet. ¿Fracaso del gobierno de Boric? Pinochet. Así, cualquier problema actual se desvanece bajo la sombra útil de un fantasma que, curiosamente, solo ellos parecen necesitar.

En este guion repetido hasta el cansancio había una figura que se suponía inmune al truco: Evelyn Matthei. Supuestamente, la candidata de la experiencia, del juicio sereno, de las credenciales irrefutables para gobernar. Pero cometió un error de principiante. En un acto de infantilismo político, decidió abrir el cajón de la historia en horario matinal, regalar titulares a la izquierda y validar el marco mental que ellos han impuesto durante décadas. No fue un desliz ni una frase mal formulada: fue un error de fondo. Porque al hacerlo, aceptó que el eje de esta elección puede ser, otra vez, el pasado.

Y lo más insólito: no dijo nada nuevo. No hay contradicción alguna con lo que muchos hemos pensado siempre y que hemos defendido de manera consistente, sin cambiar ni ocultar nuestras convicciones. Pero luego de cinco décadas, tenemos derecho a dejar de hablar de eso. Pinochet murió hace 20 años y más de 14 millones de chilenos nacieron después de 1973. Nadie debería estar obligado a seguir rindiendo examen ideológico todos los años, como si viviéramos bajo vigilancia permanente de un tribunal moral manejado por los mismos que han hecho de la memoria una industria rentable.

Pero la izquierda necesita que Pinochet siga vivo. No para enfrentarlo, sino para seguir usándolo. Lo reviven, lo manipulan, lo exageran. Porque mientras se habla de Pinochet, no se habla de Boric. Mientras se discute el quiebre institucional de hace medio siglo, no se analiza el fracaso institucional del presente. Mientras se agita el miedo al autoritarismo pasado, se omite la ineptitud democrática actual.

Y por eso, el patinazo de Matthei fue un regalo inesperado. En cuestión de horas, dejamos de hablar de Jeannette Jara y su blanqueamiento a la dictadura cubana —esa que lleva 65 años reprimiendo a su pueblo y que, según ella, es “una democracia distinta”— y volvimos a hablar de la Junta, del golpe, de los muertos. Dejamos de discutir el país real y nos volvimos a sumergir en la eterna batalla simbólica donde la izquierda siempre se siente cómoda.

Pero esta elección no trata sobre lo que fuimos en 1973. Trata sobre lo que seremos en 2030. Es sobre si vamos a recuperar nuestras calles o si seguiremos cediéndolas al crimen organizado. Sobre si vamos a proteger nuestras fronteras o permitir que entren sin control bandas extranjeras. Sobre si nuestros adultos mayores seguirán muriendo en listas de espera, mientras se derrochan recursos en activismo ideológico. Trata, en suma, de si vamos a permitir que Chile continúe su caída libre mientras nos distraen con un relato que ya nadie —salvo la izquierda— considera relevante.

Lo que Chile necesita no es otro panel sobre la figura de Pinochet ni las consecuencias del gobierno militar. Chile necesita orden, seguridad y progreso económico. Necesita respuestas concretas a las urgencias de la gente, no eslóganes con olor a naftalina.

La izquierda ya eligió su candidato, y no es Tohá, ni Jara, ni Winter, ni Vodanovic. Es Pinochet. Y la gran pregunta es: ¿A quién va a elegir la oposición?

El nuestro no puede ser un candidato de errores no forzados, ni de nostalgia, ni de declaraciones improvisadas. Debe ser alguien que tenga el coraje de romper con ese juego, de mirar hacia adelante, de decir con firmeza que lo que está en juego no es la memoria, es la vida misma. La vida de millones de chilenos que hoy viven con miedo, con rabia, con frustración.

La oposición necesita un liderazgo que no caiga en las trampas que la izquierda planta con tanta destreza. Alguien que diga basta. Basta de revivir muertos para esconder a los culpables del presente. Basta de explotar el dolor para evitar la responsabilidad. Basta de Pinochet.

Porque sí: en esta elección, el candidato de la izquierda es Pinochet. El de la oposición tiene que ser, de una vez por todas, el futuro.

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