Nos faltó un Bohigas
Por Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura UDD
La semana pasada, a los 95 años, falleció el reconocido arquitecto, urbanista, académico y político catalán Oriol Bohigas. Protagonista del renacimiento urbano de Barcelona en los ochenta y un referente para el urbanismo.
Desde los años cincuenta ejerció la arquitectura junto a su oficina MBM Martorell, Bohigas y Mackay, dirigió la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona entre 1977 y 1980, para luego integrarse y dirigir el departamento de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona en una ciudad gris, de barrios abandonados, que necesitaba un relato potente para conducir el proceso de reconstrucción física de la ciudad y la identidad catalana, dramáticamente reprimidas por décadas de dictadura franquista.
Para ello, Bohigas y un equipo técnico de excelencia -avalados por la virtuosa sucesión de los alcaldes Serra, Maragall y Clos- propusieron un proceso de regeneración de largo plazo basado en tres operaciones: recuperar el borde costero, llevar infraestructura a las periferias y poner en valor el centro histórico.
En una primera fase, implementaron intervenciones de muy bajo costo, organizando a agrupaciones vecinales, universidades y unidades territoriales para identificar aquellos espacios urbanos que más los representaran, detonando procesos de “Acupuntura Urbana” con que se renovaron plazas, eriazos, canchas deportivas, paseos y equipamiento comunitario.
Lo notable de Barcelona es que esta ideología pluralista de incorporar “desde abajo” a la sociedad civil no terminó en esta primera fase, y haciendo gala de uno de los planes estratégicos más exitosos conocidos, la ciudad capitalizó este proceso “inventándose” excusas para fortalecer su identidad y poner a punto su infraestructura, transporte y equipamiento con eventos tan masivos como las Olimpiadas de 1992, o el Foro de las Culturas de 2004.
La belleza del proceso en Barcelona es que las Olimpiadas y el foro eran la excusa para que la ciudad alcanzara niveles de desarrollo que fortalecieran la identidad catalana, además de aumentar su cohesión y competitividad en un contexto en que las ciudades, más que las naciones, se convierten en los principales centros de comercio e intercambio cultural.
El legado de Bohigas radica en inspirar e implementar pragmáticamente; articulando diversos actores y visiones en torno al interés común de una mejor ciudad. Tal como señaló al ser premiado en Londres en 1999: “La ciudad es el ámbito físico indispensable para el desarrollo moderno de una comunalidad coherente. No es el lugar del individuo, sino de individuos que constituyen en conjunto una comunidad. Solo por medio de superposición potencialmente conflictiva de singularidades y diferencias y de los regalos inesperados del azar puede progresar la civilización, moviéndose de la estructura de la tribu a la cohesión civilizadora de la ciudad. La ciudad es un centro de conflictos enriquecedores que solo se resuelven afirmándolos en cuanto tales o por medio de su coexistencia con otros conflictos de origen diverso”. Mirando nuestras ciudades y sus conflictos actuales, sin duda nos falta un Bohigas.