Nueva agenda civil-militar
La reciente reestructuración del Alto Mando del Ejército, que significó el paso a retiro de casi la mitad del cuerpo de generales, da cuenta de una crisis en pleno desarrollo, profunda, silenciosa, y en parte silenciada, en esa institución. Las razones para esta drástica medida serían diversos actos de corrupción, que según el fiscal Carlos Palma podrían involucrar a 584 funcionarios entre oficiales y suboficiales. Si esto no es una crisis como ha dicho el Comandante en Jefe, se parece bastante.
¿Qué ha pasado con las Fuerzas Armadas y de Orden en estos años que explican estos hechos? ¿Cuál es la razón de esta "corrosión del carácter" de las instituciones militares? ¿La compulsión consumista de la sociedad chilena terminó por corroer la cultura "prusiana"? Y quizás lo más importante: ¿qué debería hacer el poder político democrático frente a ello?
Hacia fines de los 80 y comienzos de los 90 existió una abundante actividad académica y política destinada a comprender las causas de la ruptura entre el mundo civil democrático y las Fuerzas Armadas y de Orden. Sin embargo, con el paso de los años, la interacción civil-militar, en lugar de profundizarse, fue dando paso a un proceso de autonomización administrativa y financiera, y de un ensimismamiento social y político de las FF.AA. y de Orden. Ello se vio reforzado por una centroizquierda que perdió interés en el tema y que quizás pensó que esa total autonomía de las instituciones armadas era el precio a pagar por su prescindencia política.
Junto a la urgente tarea de crear un nuevo sistema de control administrativo y financiero externo a las instituciones armadas, es necesario reconstruir una agenda de trabajo de más largo aliento desde el progresismo hacia el mundo militar. Esta agenda debería tener en su centro lograr una real integración de las Fuerzas Armadas y de Orden a la democracia, incorporando la cultura de los derechos humanos a su doctrina. Es autoengañarse pensar que ello ha sucedido. Una visión militar democrática con "hipótesis de conflicto" sin "enemigos internos". Instituciones armadas en interacción con las universidades estatales, en proyectos de desarrollo tecnológicos y científicos; y que no estén socialmente segregadas en sus sistemas de salud, previsional o viviendo en barrios opulentos. Entre las herencias del "pinochetismo" no sólo están las violaciones a los derechos humanos, sino también un cierto "arribismo social" (la "casa de Lo Curro" como arquetipo) que explican, en buena parte, la corrosión moral que está en la base de los casos de corrupción que hoy afectan al Ejército y Carabineros.
La crisis por la que hoy pasan las instituciones armadas y de orden es profunda, pero puede ser la oportunidad para retomar desde el mundo civil democrático una agenda de trabajo clave para el futuro democrático del país y para alejar cualquier tentación militarista.
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