Nueva evidencia a favor de abrir escuelas
Una de las primeras medidas que tomaron los países para controlar la propagación del Covid-19, fue el cierre de los establecimientos educativos. Sin embargo, con el transcurso del año fueron apareciendo estudios que, basándose en eventos anteriores más o menos comparables, empezaron a advertir los daños que esto traería. Hoy, la apertura de las escuelas en varios países ha permitido recabar datos para hacer análisis ex post, los que han ido ratificando esas negativas proyecciones.
Estudios realizados en Suiza y Bélgica, que comparan la trayectoria antes y durante el cierre, encuentran que los estudiantes de primaria redujeron los avances en aprendizaje y aumentaron la desigualdad en sus resultados. De igual forma, un estudio para Holanda determina que, a pesar de la preparación tecnológica con que contaba dicho país, durante el cierre de escuelas primarias prácticamente no hubo progreso en aprendizajes. En otro ámbito, en EE.UU. se ha documentado el desplome en los casos de abuso y maltrato infantil, junto con un alza en los eventos más graves, lo que respondería a una menor denuncia por parte de las escuelas, que suelen ser las principales informantes.
En cuanto a la contribución del cierre de escuelas al control de la pandemia, las primeras estimaciones sugerían que ésta sería positiva, aunque marginal en comparación con las demás medidas aplicadas por los gobiernos. Ello, pues los niños son menos propensos a contraer el virus, sufren una menor sintomatología y además no serían “super esparcidores” en comparación con los adultos. En esa línea, recientemente se publicaron los primeros estudios que miden el efecto causal del cierre de escuelas sobre los contagios en Alemania, los que no encuentran un impacto en la contención del virus ni tampoco un alza en los casos atribuibles a la apertura tras las vacaciones de verano. Por el contrario, los autores observan incluso una reducción de éstos.
Todos estos resultados explican por qué cada vez son más los países que han decidido mantener sus escuelas abiertas. En Chile, en cambio, aún no se logra el consenso para siquiera volver a abrirlas de forma voluntaria. A pesar de los esfuerzos desplegados, las estrategias de enseñanza remota no sustituyen las interacciones presenciales ni son suficientes para compensar las inequidades. La Encuesta Longitudinal de la UC arroja que, si bien el porcentaje de estudiantes que está recibiendo clases online ha crecido desde abril, en septiembre varió desde un 60% para el primer quintil de ingresos a un 84% para el quintil superior. A lo que se suman las disparidades en las condiciones de los hogares para enfrentar el proceso de aprendizaje a distancia. Aunque el Mineduc sigue recibiendo solicitudes de escuelas que desean reiniciar sus actividades presenciales, éstas representan menos del 15% del total del país. Con evidencia cada vez más elocuente y llegando ya a diciembre, la pregunta es ¿qué más estamos esperando?
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