Nuevos desafíos mundiales

People's Republic of China President Xi Jinping  speaks during the 75th annual U.N. General Assembly


Por Samuel Fernández, académico Facultad de Derecho UCEN

Desde que fue creada la Organización de Naciones Unidas con sus organismos, como base del sistema internacional, los avances en áreas de derechos humanos, libertades individuales, democracia, economía abierta, integración, paz y seguridad internacionales, o solución pacífica de controversias, y vigencia generalizada del derecho internacional, se ha visto robustecida con la incorporación de nuevos temas que las sociedades insisten en agregar, como la igualdad de género, preservación del medio ambiente, acceso a los avances tecnológicos, mayor desarrollo social, y varios más que han adquirido progresiva importancia. Sin embargo, no todo es armónico ni unánimemente respetado. Se enfrentan obstáculos, algunos incipientes y otros evidentes.

Ni siquiera en un tercio de los 193 Estados Miembros de la ONU rigen democracias plenas y se respetan los fundamentos esenciales del sistema, que con tantas dificultades se ha desarrollado, apoyado por una amplia juridicidad, órganos competentes, y tribunales encargados de preservarlo. Siempre habrá regímenes que procuren violarlo. Pero, pueden ser sancionados, y los países tienen las herramientas y responsabilidad de no aceptar excepciones. Lo grave es si no sucede.

Dos potencias mundiales no califican de democracias plenas, donde la oposición pudiere gobernar. China y Rusia acrecientan más su control interno, sin término, y buscan expandirse en lo internacional, como en el Mar del Sur, Hong Kong, Taiwán, o Ucrania, creando conflictos. Estados Unidos tampoco mostró el apego irrestricto a su tradición democrática no hace mucho. Se evidencian otros autocráticos, es el caso de Turquía, Irán, Corea del Norte, que desafían a los demás, lo que alienta a seguir su ejemplo. En nuestra región, Cuba y Venezuela, claramente dictatoriales por largos años, añaden a Nicaragua, sin olvidar seguidores, a pesar de no mostrar progreso alguno. Hay casos en Asia y en África, con gobiernos permanentes; en el mundo árabe, los hay despóticos y retrógrados, como Afganistán, y el intento persistente del Estado Islámico, o Siria en larga revolución, o Irak, con fanáticos terroristas que esperan actuar. Han proliferado, y el sistema internacional parece haber perdido buena parte de sus valores, y su capacidad de prevención y corrección. Terminan tolerados y hasta imitados, sin consecuencias.

Las nuevas prioridades y objetivos, por importantes que sean, no pueden reemplazar ni menos debilitar los principios y logros esenciales, que son la base de la convivencia y del progreso internacional. Todos valen, pero en su justa medida y valor, pues se necesitan unos y otros para ser aceptados y respetados. No sirven posiciones radicales, fanáticas, ni impuestas por presiones indebidas. Los ideales citados no están en pugna; son complementarios.

Este es el mayor desafío. Que el sistema mundial creado ya no tenga fuerzas para ser defendido, y sea superado sin reflexión ni aceptación general por otros, solo porque están de actualidad, trasformando lo existente en inservible, donde se cumple el rito de denunciar sin efectos. Todavía no se ha generalizado, pero el resquebrajamiento continuo y las excepciones nos advierten que podría suceder.

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