El objetivo fue hundir a Chile
Nuestro país estuvo al borde del despeñadero. No sabemos si los dirigentes de la CUT y la ANEF lo vislumbraron al convocar al paro oportunista del martes 12 en un país ya muy herido, pero ese paro sirvió de cobertura a las fuerzas político-delictivas que atacaron incluso varias comisarías y dos unidades del Ejército. Solo entonces los dirigentes opositores que habían estado echándole leña al fuego parecen haberse dado cuenta de que las llamas podían alcanzarlos.
Es inmensa la destrucción de bienes públicos y privados, miles de personas han perdido sus puestos de trabajo, la fuga de capitales es un hecho, se han derrumbado muchas pequeñas empresas, se frenaron la inversiones, la incertidumbre es muy grande, etc. Es forzoso repetir entonces que la crisis no alcanza a ser explicada por la lectura socio-económica de la desigualdad. Lo determinante es la dimensión política: ¡Hubo quienes se propusieron hundir a Chile en el caos para provocar un quiebre institucional!
Es absurdo el reduccionismo de la llamada teoría de la conspiración, pero es suicida no ver las conspiraciones reales. Y habría que estar ciegos para no ver que la devastación producida requirió planificación, coordinación y recursos. Es cierto que mucha gente se manifestó pacíficamente para reclamar mejoras sociales, pero los grupos ultras ya saben cómo "usar" las marchas para luego golpear a mansalva a la comunidad. Las iglesias saqueadas y quemadas prueban el signo totalitario de los violentos.
En las peores horas de la barbarie, no hubo una reacción colectiva como la que se requería. En ello, influyó que numerosos políticos, y desde luego varios comentaristas de la TV, dijeron que estábamos asistiendo a una eclosión de las ansias de justicia. ¿Hay que recordar cuántas aberraciones se han cometido en la historia en nombre de la justicia?
Hemos comprobado que en los momentos de crisis emergen muchas miserias. Y no cabe calificar sino como miserables la condescendencia "progresista" hacia el vandalismo y también el descaro de los que han buscado aprovechar la violencia para ampliar el poder que no consiguieron en las elecciones. Es gravísimo que una parte de la izquierda parlamentaria se haya jugado por crear la máxima inestabilidad y, en definitiva, derribar al gobierno. Por desgracia, muchos jóvenes han sido convencidos de que la violencia crea condiciones para lograr mayor igualdad. ¡Escombros igualitarios es lo que pueden esperar!
La democracia no será viable si vivimos bajo amenaza, si la violencia se convierte en una forma de chantaje político y el Estado se vuelve impotente. El debate sobre la nueva Constitución no debe tapar el bosque. El gobierno tiene que garantizar la seguridad en todo el territorio. Ello es crucial para atender las nuevas necesidades, ante todo, las de los sectores más golpeados por el bandidaje.
Tenemos que unirnos para levantar a Chile.
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