Obsesos con el futuro



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Desde la Segunda Guerra Mundial, debido a la masiva destrucción y el Holocausto, el progreso se ha vuelto una perspectiva en entredicho. Sin embargo los progresistas, caídos del catre pero porfiados, apenas se han dado por notificados e insisten que nos espera un mundo que podemos transformar, acordar, inventar poco menos.

Poner de acuerdo a tanto futurólogo es, sin embargo, impensable. En Les Ondins, novela de 1768, los habitantes de Futura, fanáticos del tema del porvenir siempre terminan sus especulaciones en disputas eternas. Los disparates predictivos, a su vez, son proverbiales. Condorcet, a pesar de que se la jugó por la Revolución y escribió su Esbozo para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, será perseguido por jacobinos, y morirá encarcelado. La Guerra del 14 fue promovida porque iba a terminar con todas las guerras (siguió lo que sabemos). Dejemos a un lado los mil años del Tercer Reich, o lo del “Brasil, país de futuro”, que hace llorar. Leo un pronóstico imaginario sobre Chile 2010 pensado en 1976 en que se proyectaba “una notable estabilidad”, gracias a “un pueblo pensante” y “superando el esquema del Estado central autoritario” (juzgue usted).

Están también los “inventos” que quedan en nada (ciudades que sumergen los automóviles bajo tierra; computadores que según la IBM iban a hacer que los hombres pensaran más lógicamente). Si ya cualquiera dice cualquier cosa. Priyanka Chopra Jonas, viviendo en una casa de US$ 20 millones y 1.900 metros cuadrados le confiesa a Vanity Fair, la semana pasada, “Estoy muy excitada con el futuro, aterrada también”. Por su parte, nuestro futuro Presidente sentenció en el Congreso Futuro que “el conocimiento va a ser el cobre del siglo XXI” y hay que “formar a personas que aprendan a aprender”. Pomposidades de ese calibre suelen recordar el Diccionario de lugares comunes de Flaubert. Siguen hablando así del tan cacareado “conocimiento” y es posible que su rendimiento futuro sea menor que el del cobre (¡qué digno y sobrio fue el cobre!). El discurso actual de la futurología suena a lenguaje promocional, publicitario o de autoayuda (“Ser o no ser, he ahí el dilema” se titulaba una presentación en ese mismo Congreso Futuro).

Las únicas predicciones con algún grado de certeza son las que tienen como base un estancamiento de condiciones prolongadas. Quienes apuestan al futuro descontextuadamente son escapistas. Odian el pasado y el presente, y andan detrás de una falsa sensación de poder (falsa porque suelen frustrarse). La gente sensata, en cambio, vive conforme el presente, mantiene una relación sana, no tortuosa con el pasado, y el futuro, pues, se verá. Lo contrario a lo nuestro en Chile en que el futuro, no hay que imaginarlo, ya se ve, habiendo altas probabilidades de estancamiento (y no solo económico).