Otro Chile es posible

brazos constitución


Por Paulina Vodanovic, presidenta de Horizonte Ciudadano

En consonancia con el inédito momento constituyente que vivimos en Chile, es necesario plantearnos la pregunta: ¿Cuál es el país que queremos? No solo desde la perspectiva de terminar con el sistema de las AFP o el modelo económico que nos mueve, sino la amplia gama de “normalidades” que se instauraron en nuestro país en dictadura.

Tenemos una oportunidad refundacional que no se puede quedar solo en los titulares, consignas y poleras ingeniosas, porque el futuro del Chile del siglo XXI está en nuestras manos.

Es imperioso un país de derechos sociales, sin duda, con una carga tributaria acorde a los ingresos, con mayor solidaridad hacia los territorios y que fortalezca a la regiones. Pero también un país más fraterno, donde podamos construir la verdadera “casa de todas y todos”, porque hoy no solo está la posibilidad de por fin escribir una Constitución ciudadana, que sin duda es necesaria como un marco de entendimiento, sino también de hacer realidad la posibilidad de un país diferente, donde las inequidades del actual modelo sean un mal recuerdo, una guía en lo que no se debe insistir.

Necesitamos un Chile donde nos podamos encontrar en nuestras semejanzas y donde se respeten nuestras diferencias; donde queden atrás la segregación y discriminación; donde niños y niñas tengan las mismas oportunidades desde su nacimiento; un país que no acepte vulneraciones a los derechos humanos ni asesinatos a quienes velan por el orden; y, muy importante, donde los DD.HH. sean la base de nuestra sociedad, interiorizándolos hasta la médula, para que se haga realidad el “Nunca más”, que resurgió durante la gestión del Presidente Sebastián Piñera.

Un país sin zonas de sacrificio, que vele por el medio ambiente, el aire limpio y fomente el deporte y la alimentación sana; un país donde la justicia sea posible, sin distinción de sexo, condición ni estirpe; un país que respete a sus pueblos originarios, tradiciones y proteja su patrimonio vivo; un país que crea en la juventud ni olvide a los y las mayores, y no deje abandonados y abandonadas a quienes -independiente su edad- no han tenido todas las oportunidades para desenvolverse; un país donde se fomente la innovación; un país que acoja a aquellos y aquellas que creyeron que el delito era el camino para vivir y les garantice su derecho a la reinserción social.

Necesitamos integrar en vez de segregar, juzgar y castigar; garantizar derechos y exigir respeto al Derecho. Urge la justicia social y tributaria para evitar llegar a la justicia penal. Las leyes se escriben y mutan en el tiempo; la esencia permanece. Es deber impostergable que encontremos los elementos que nos distingan como chilenos y chilenas, entre los cuales orgullosamente antes nos referíamos: sobriedad, austeridad, solidaridad y resiliencia.

Si hay algo que la pandemia del Covid-19 ha mostrado es que necesitamos menos cosas, que con lo imprescindible basta, que en la estrechez somos mejores vecinos, que somos fuertes y capaces de reponernos. Esa energía movilizadora la necesitamos para definir quienes somos hoy, cuál es nuestra esencia y cuál es el Chile en el que queremos vivir nosotros y nosotras y que habitarán las generaciones que están por venir.