Palabras que Sanan, un homenaje nacional
Por Magdalena Dittborn historiadora, Universidad Finis Terrae.
Durante el último año tuve la oportunidad de participar en el proyecto Palabras que Sanan, una iniciativa que invitó a las personas a expresar, por medio de la palabra escrita, sus sentimientos y emociones frente a la pérdida de un ser querido. Fue también un momento para hacer una pausa en el camino, para resignificar el dolor homenajeando a los que partieron, y dando consuelo a quienes nos quedamos.
Más de 2.800 cartas y mensajes recibidos nos demostraron la necesidad que existía en nuestra sociedad de contar con un espacio como este. Por eso, a un año de esta maravillosa experiencia, hoy esas miles de frases, palabras, recuerdos amorosos y sentimientos cobran cuerpo en un memorial virtual y en el libro Palabras que Sanan: nuestras costumbres, nuestras palabras y nuestros aprendizajes.
Si bien muchos hemos experimentado la necesidad de tener intimidad y silencio en medio de la pérdida de un ser querido, lo cierto es que, frente a la muerte, históricamente el ser humano se ha reconfortado y reconstruido dentro de su comunidad con la práctica del ritual funerario, que es una expresión simbólica del sentir colectivo.
Byung- Chul Han, en su libro “La desaparición de los rituales”, nos explica que los rituales tienen la capacidad de detener el tiempo común y abrirnos las puertas del tiempo trascendente, llevándonos a todos a un mismo entendimiento y a un lugar de pertenencia. Hoy, sin embargo, hemos ido abandonando el rito y el símbolo, lo que fragmenta y atomiza a la sociedad actual, en palabras del citado filósofo surcoreano.
La historia, por su parte, también nos muestra que tradicionalmente la muerte se ha vivido de manera comunitaria, rodeados de nuestros seres queridos, porque la tristeza compartida entre varios es más llevadera. Esto se presenta en el libro Palabras que Sanan, repasando y describiendo antiguas costumbres chilenas ante el funeral y el periodo de duelo. Estas prácticas, llenas de generosos respeto y aceptación del dolor, contienen la experiencia del largo recorrido de la raza humana, resguardan nuestro lenguaje universal y promueven las tradiciones, llenas de sabiduría popular y simbolismos. Esta perspectiva histórica es una invitación a mirar y aprender del pasado, a reflexionar el presente y a actuar para construir el futuro.
Hoy, esta iniciativa se transforma en un virtuoso ejemplo de rescate y puesta en valor de los sentimientos comunes que tenemos como sociedad en torno al duelo. El legado, enseñanzas, anécdotas, el dolor, el perdón, la esperanza y sobre todo el agradecimiento es lo que miles de personas compartieron en sus cartas y que marcan el pulso de este libro y del memorial, dejándonos una poderosa lección: la muerte es parte de la vida, nos iguala, crea en nosotros emociones universales, sigue impulsando el fortalecimiento de la comunidad, nos invita día a día a cohesionar nuestra sociedad y da a nuestra existencia sentido de trascendencia.
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