Pandemia: cambio al Código Sanitario
Por Manuel José Irarrázaval, presidente del Instituto Políticas Públicas en Salud, Universidad San Sebastián
La pandemia que nos afecta ha obligado a cambiar normas que parecían inamovibles y que -dada la urgencia y gravedad de la situación-, las hemos implementado para poder dar respuesta al problema que se nos presenta.
En el ámbito sanitario, se declaró una alerta sanitaria que otorgó al Ministerio de Salud facultades extraordinarias para enfrentar la emergencia, en materia de prevención, pesquisa, control y mitigación del Covid-19. Esto implicó la implementación de medidas con consecuencias dolorosas, pero necesarias tales como: el toque de queda, el cierre de fronteras, las cuarentenas, por nombrar algunas.
La demanda hospitalaria hizo que rápidamente todos los prestadores de salud del país públicos y privados se pusieran bajo la dirección del Ministerio de Salud, dando paso a una sola red integrada de salud, tanto para la atención de pacientes COVID-19, como para la vigilancia epidemiológica a través de los laboratorios y de prevención, por medio de la campaña de vacunación.
Probablemente uno de los aspectos más innovadores fue la incorporación masiva de médicos no especialistas en el manejo de pacientes en UCI, así como en unidades de urgencia, para lo cual debieron capacitarse. Esto mismo sucedió con enfermeras y kinesiólogos. Tarea que se realizó por parte de la Subsecretaría de Redes Asistenciales en conjunto con la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (Sochimi) y la Sociedad Chilena de Medicina de Urgencia (Sochimu).
También se incorporaron médicos jubilados y estudiantes de medicina de los últimos años de la carrera, que naturalmente reciben un entrenamiento apropiado a sus nuevas responsabilidades para reemplazar otras labores. Pero es cada día más evidente que de continuar con las cifras actuales de contagio y de la demanda asistencial, esto no bastará.
Al acercarnos hacia los niveles críticos de ocupación, y ante la necesidad de cuadruplicar la capacidad asistencial, surge entonces un impulso para generar un nuevo cambio relacionado con la manera que asignamos responsabilidades y atribuciones en el área de salud, lo que implica modificar el Código Sanitario que nos rige desde 1968. Se hizo anteriormente para otorgar a los tecnólogos médicos con mención en oftalmología, la autorización para que pudieran prescribir lentes para problemas de vicios de refracción, con el fin de que los oftalmólogos pudieran dedicarse a los temas de mayor gravedad, como las cirugías de cataratas, de alta demanda y con listas de espera.
Personalmente he trabajado con enfermeras y kinesiólogos sumamente competentes y experimentados en el manejo de respiradores, pero actualmente estos son de responsabilidad médica exclusiva. ¿No sería más lógico cambiar esta situación, frente a la alternativa de entregar esta responsabilidad a profesionales que debemos entrenar en áreas muy ajenas a su actuar habitual?
La pandemia nos empuja por el apremio, la lógica debería hacerlo por lo razonable.
Por cierto no, se trata de abrir las oportunidades al azar, debemos precisar cuidadosamente los ámbitos del ejercicio profesional en que estos cambios son razonables, y deberemos definir rigurosamente los requisitos y certificaciones de competencia individual de cada profesional.
De hecho, entre los médicos, CONACEM certifica las especialidades después de un análisis cuidadoso de la experiencia y competencias demostrables por parte de los candidatos. No veo razones para pensar que esto no pueda hacerse en los otros grupos profesionales de la salud.
Este cambio, impulsado por la urgencia, es además muy lógico al considerar que las restricciones establecidas por el actual Código Sanitario vigente corresponden a una realidad de hace más de 50 años. El entrenamiento actual en todas las carreras de la salud es radicalmente diferente y existen mucho mejores instrumentos de evaluación de competencias, lo que podría asegurar razonablemente la calidad de las prestaciones, por un cuerpo profesional más amplio que el actual.
No desaprovechemos el impulso generado por la pandemia.