Para Entender: El día del fin del fútbol
Esta pandemia que tiene al mundo sin saber por dónde salir, asustado por la propia vida y también por qué va a pasar con ella y con su bolsillo después, que está agujereando sectores a diestro y siniestro, parece que se ha animado también a tocar al que se veía intocable, al que apenas se había inmutado en situaciones depresivas anteriores, ya fueran catástrofes naturales o financieras. Al fútbol, posiblemente la industria que más ha disparado su precio y su negocio en lo que va de siglo, quizás ya desde antes. Cincuenta veces más que en los noventa valen el traspaso de un futbolista, su sueldo, los derechos de televisión y hasta los cientos de satélites variables que han ido surgiendo alrededor. O valían antes de esta amenaza. El fútbol también tiembla. Entra en recesión.
Eso es lo que está por ver, si la pelota de verdad se va drásticamente al suelo como aparenta. Los clubes chilenos están de verdad preocupados, contando destrozos por las competiciones suspendidas que cierran de golpe el grifo del oro. La actividad de la cancha se ha detenido, pero en cambio la de los despachos, elevados a la modernidad de las reuniones online, se ha vuelto frenética. Nunca se habían juntado tantas veces los directivos patrios, ahora por videoconferencia, ni con tanto quórum. Ni una sola ausencia. Insólito. Buscan soluciones a esos estragos, medidas que frenen una sangría que les tiene sudando. Sus miradas son apocalípticas.
Entidades que tenían garantizados unos ingresos de 190 millones de pesos al mes por el contrato con el CDF, los de Primera (86 millones los de la B), o que recibían un fijo de un millón de dólares por partido de local jugado en la Libertadores (ahí, la verdad, es que los equipos chilenos no han podido hacer mucha caja últimamente) ahora no saben cómo mantener esa fuente o cuándo la podrían recuperar. Las selecciones, por ejemplo, con las competiciones aplazadas un año han dejado de generar en 2020 más de 6.000 millones de pesos. Y con el rabillo del ojo, todos ven cómo los patrocinios que esas presencias le generaban también empujan para bajarse. Según el último balance de 2019, por publicidad (MG, Comercial Depor LTDA y Konami), Colo Colo facturó casi tres millones de dólares. Toda esa estructura avisa con deshacerse.
De momento, los clubes están achicando agua a la desesperada. Suspendiendo los seguros, reduciendo sueldos, dando vacaciones y aguantando artificialmente en pie la competencia, o la esperanza de que vuelva pronto, mientras mandan hasta agosto las que generan más gastos que beneficios, o sea las juveniles y el femenino. Pero el miedo les llega al cuello igual. La incertidumbre es total. Y más cuando tienen pendientes los incumplimientos de final de año, cuando salieron silbando y frotándose las manos de una suspensión precipitada y casi caprichosa por las amenazas matoniles de las barras bravas en el estallido.
Pero el contagio del fútbol no es un mal local, de un fútbol donde casi todo el dinero lo manejan y reciben solo 32 señores, los dueños de los clubes o los presidentes de sus sociedades, sino que la enfermedad es universal. Las instituciones más todopoderosas, llámense FIFA o UEFA, o sus clubes más fuertes, debaten también agónicamente cómo salir de este callejón. Si al Barcelona, el club con mayor facturación del mundo en la temporada pasada, hasta junio de 2019 (840,8 millones de euros; o sea, unos 910 millones de dólares), el coronavirus lo empuja a aplicar un expediente de suspensión temporal de empleo a todos sus empleados (menos la plantilla del primer equipo de fútbol, que se ha bajado el 70 por ciento de sus estratosféricos sueldos), qué no le va a suceder al resto.
Nunca ha sido el fútbol una ciencia exacta (aunque sí un negocio boyante), pero mucho menos ahora. Las salidas no están a la vista, solo los temores. El ataque del Covid-19 va a obligar a muchos sacrificios en el sector, que más que una solución, debate ahora quiénes serán los grandes damnificados. Hasta los futbolistas, que incluso alguna vez creyeron que sus habilidades estaban aún mal correspondidas, son a estas horas un producto de arena. No hay un genio que sea capaz de saber qué hacer ante este ataque pandémico. Ni cómo defenderse ni cómo imaginarse el día después. Lo que sí está a la vista es que de esta no se escapa el fútbol.
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