Para Entender: El Gran Hermano en la era del coronavirus
El ejercicio puede ser complejo, sobre todo si está entre el casi 10% de chilenos que permanece en cuarentena total, pero intentémoslo: ¿sería capaz de trazar todas y cada una de las interacciones que tuvo en el último día que pudo desplazarse en completa normalidad por su pueblo o ciudad? En un desglose rápido y probablemente incompleto: las personas con las que vive, aquellas con las que se compartió transporte (ida y vuelta), las del lugar de trabajo, el espacio donde se almorzó y los ascensores en caso de que alguno de estos lugares sea un edificio, todo esto por parte baja. Ahora bien: ¿a cuántas de estas personas conoce? ¿Con cuántas se podría contactar? Y, quizás la pregunta más acuciante: ¿le gustaría saber en caso de que alguna de ellas haya dado positivo por coronavirus?
Hace apenas unos años, la interrogante habría sido retórica, porque los medios no estaban para poder hacer una trazabilidad exacta de todos los desplazamientos. Pero hoy, es más bien un dilema ético sobre cuánta información estamos dispuestos a entregar, y a quién. Las cámaras de los edificios, las tarjetas de transporte, las redes sociales, el uso de aplicaciones que solicitan tener acceso a la ubicación, el RUT que se entrega en las compras, la disponibilidad de internet que rastrea nuestros pasos desde el celular y las omnipresentes antenas de telefonía celular hacen que reconstruir el itinerario de un ciudadano promedio -en Chile y en países con mayor desarrollo- no tenga un grado técnico mayor de dificultad.
El temor al uso abierto y explícito de estos datos, quizás como reminiscencia de la figura orwelliana del Gran Hermano, ha sido predominante en las sociedades occidentales. Pero con una pandemia que, en palabras de Yuval Noah Harari en entrevista con La Tercera, puede ser “el momento definitivo de nuestra era”, el esquema cambia: la respuesta puede potencialmente derivar en vidas o muertes, pero también en un altísimo grado de control sin precedentes.
Se sabe que una de las estrategias más eficientes para combatir a la enfermedad es la detección temprana junto con trazar los contactos. Así, por ejemplo, lo ha hecho Corea del Sur, que lanzó una app donde se va permanentemente notificando a las personas de detalles como si un edificio tiene infectados o no. En Singapur, otro de los lugares donde el Covid-19 se mantiene un poco más a raya, hay un elenco de detectives especialmente abocados a unir todos los puntos sueltos para no dejar a un posible contagiado sin cuarentena, además del uso intenso de la tecnología: de acuerdo a un artículo de la BBC, una ciudadana británica recibió un mensaje de texto para informarle que un taxista que había tomado en los días previos estaba con coronavirus, detallando la hora y el lugar exacto de la interacción.
China, por su parte, comenzó a superar la pandemia con un estricto programa de mediciones de fiebre -uno de los síntomas- en cada edificio, y testeo inmediato más aislamiento inapelable en caso de dar positivo. En Estados Unidos, el ejemplo es desde la empresa privada: la empresa Kinsa, que produce termómetros inteligentes, ha usado la toma de temperatura para desarrollar mapas de posibles brotes que se están incubando de la enfermedad. De todas formas, acá la información personal es anónima.
En Chile, los debates han sido más tímidos, tal vez porque aún nuestros sistemas van algunos pasos atrás. De hecho, el Registro Civil protagonizó el fin de semana un episodio tragicómico cuando, en un efecto lateral del coronavirus, liberó una app que permitía acceder a la Clave Única para hacer trámites mediante el reconocimiento facial. Duró al aire un par de horas, o lo que se demoró un tuitero en burlar con Photoshop el sistema usando una foto del periodista Daniel Matamala. Y recién a última hora de ayer lunes, el Minsal liberó el reporte epidemiológico por comuna del Covid-19 en Chile. Todo en apariencia lejano de las discusiones más duras.
Pero es un debate que llegará de mantenerse el curso actual de la enfermedad, que sigue aumentando exponencialmente en contagiados y muertos a nivel mundial. El mismo Harari ha advertido que este uso permanente podría dar pie a controles biométricos en regímenes totalitarios, exponiendo incluso la privacidad de nuestros sentimientos. Sin embargo, eso palidece por momentos ante una amenaza invisible, pero muy real. ¿Estamos dispuestos, no sólo a que se use “información personal” abstracta para detener el avance del coronavirus, sino que sean nuestros propios datos, con riesgos tan básicos como los que ocurrieron en Corea del Sur, donde algunos de los enfermos fueron descubiertos en infidelidades por su trazabilidad de contactos?
O, planteado de una forma distinta a la pregunta que cerraba el párrafo inicial: ¿le gustaría que se le informe a las personas que lo rodearon durante los días previos que estuvieron cerca de un caso positivo de coronavirus si ese caso fuera usted?
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