Paridad
SEÑOR DIRECTOR:
Con preocupación leemos ataques a la paridad basados en los resultados que dejó el mecanismo de corrección diseñado por los partidos. La democracia paritaria no es un invento nuestro. Esta empieza a tomar forma jurídica en el lenguaje internacional en la Declaración de Atenas (1992) y en la Conferencia de Beijing (1995), donde se refieren al principio de distribución equilibrada del poder entre hombres y mujeres. Sin duda el poder corregir las barreras estructurales que impiden el acceso de las mujeres a los espacios de poder es fundamental, ya que no podemos hablar de una democracia representativa si no están en ella representados tanto hombres como mujeres.
Es imperativo diferenciar la paridad del mecanismo que se usó para corregir en las elecciones del 7 de mayo. Se puede criticar el mecanismo sin asimilarlo al bien superior de la paridad. Esta confusión permite alegar distorsiones de la voluntad popular que ya están por diseño en la manera que elegimos representantes en Chile, donde no es extraño que resulten electas personas con menor votación que otras que quedan fuera.
De hecho, en la elección pasada la distorsión democrática más alevosa fue la sobrerrepresentación de La Araucanía, donde el voto de una persona vale más del doble que el de un votante del Biobío (149 mil votos por una banca vs. 394 mil), afectando el mantra democrático de “una persona, un voto”. Quienes eligen criticar la paridad, eligen mantener el silencio sobre este déficit democrático.
Solo resta inferir que lo que molesta realmente es la inclusión de mujeres en pie de igualdad para escribir una nueva propuesta de Constitución para Chile.
Julieta Suárez-Cao
Académica UC -Red de Politólogas
Lieta Vivaldi
Académica UAH -Consejera INDH