Parlamentarismo hecho en casa
Por Jorge Burgos, abogado
Termina una semana compleja para el funcionamiento de nuestra institucionalidad democrática. La Cámara de Diputados ha dado un nuevo paso y todo parece indicar que se consumará en los trámites legislativos aún pendientes, el desmantelamiento del sistema de pensiones. Para ello se eligió un atajo -vía reforma constitucional- por segunda vez en menos de un semestre y nadie está en condiciones de asegurar que será el último. La inmensa mayoría de los congresistas concurrió con su voto favorable, y en el caso de las bancadas oficialistas, su entusiasta voto positivo fue acompañado con ambiguas intervenciones de los ministros del Interior y Segpres, dejando en una muy incómoda posición a los ministros de Hacienda y Trabajo, los encargados del tema de la reforma previsional. No está demás decir que el Presidente de la República mantuvo, en la especie, una suerte de distancia más bien inexplicable.
Probablemente estemos en presencia de un naciente parlamentarismo hecho en casa, que por cierto no responde a la letra ni al espíritu de la norma constitucional vigente. Los instrumentos jurídicos que la legislación contempla para resolver el conflicto no son ocupados por angas o por mangas. Cómo salimos de este entuerto debiera ser la pregunta a contestar, pues de seguir en esta lógica las dificultades afectarán a cualquier tipo de gobierno que en el futuro, muy cercano, sepamos elegir y aquello lo terminaremos pagando todos.
La decisión profundamente mayoritaria de darnos una nueva Constitución nos otorga la posibilidad -por cierto que no la certeza- de salir de la situación que hemos descrito.
En efecto, entre las múltiples cuestiones que los convencionales que elijamos tendrán que debatir, estará la más importante pregunta a que debe responder toda Constitución, ¿cómo se gobierna la democracia? Presidencialismo, semipresidencialismo, alguna de las formas de parlamentarismo. Es legítimo cuestionar si no estará en la base de nuestros problemas actuales un presidencialismo exacerbado, que en la hora actual se busca evitar de mala manera. Quizás tenga sentido mirar un sistema semipresidencial que respetando la tradición histórica de un Presidente de la Republica, en cuanto Jefe de Estado y símbolo de la unidad nacional, coexista con un primer ministro, designado por el primer Mandatario, que cuente con mayoría parlamentaria. Qué duda cabe, no es un asunto neutral, pero es indispensable asumir el debate. El atajo por el que transitamos no otorga gobernabilidad, tensa permanentemente la relación de los poderes colegisladores e inevitablemente deslegitima la función política, dando paso a riesgos de un populismo devastador.
Hay, entonces, como si hubiera pocos, un importante desafío, debatir con altura cómo debe ser el régimen político que nos acompañe en las próximas décadas.
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