Parques Nacionales: una propuesta para más y mejor naturaleza

Torres del Paine y sus atractivos


Antes de la pandemia de Covid-19, el turismo era la gran industria de exportación de Nueva Zelanda. Reportaba 41 mil millones de dólares anuales e impactaba positivamente en las economías regionales y locales, al emplear directamente a más del 8% de la fuerza laboral. Por eso, el cierre de fronteras para controlar la pandemia fue un duro golpe para este sector. Sin embargo, gracias a una estrategia orientada al mercado doméstico, ya empieza a mostrar signos de recuperación.

Do Something New, New Zealand’ (en español “haz algo nuevo, Nueva Zelanda”), fue la campaña lanzada en mayo de 2020 desde la industria turística, para impulsar la demanda interna. Esa sola frase ha significado un importante apoyo a la recuperación económica en todo ese país, lo que no resulta fácil en un territorio que se divide en decenas de islas, muchas de las cuales tienen características muy propias. En enero de 2021, la misma agencia a cargo de esta estrategia lanzó una nueva campaña llamando a salir de los clichés de las redes sociales y compartir algo nuevo. Es decir, escapar de aquella tendencia marcada por influencers, para descongestionar los lugares más visitados y buscar un nuevo turismo. La idea, en parte, es una ironía que busca motivar a no tener la misma foto, con la misma pose y en el mismo lugar que todos. En definitiva, no “viajar bajo la influencia social” y descubrir nuevos destinos.

Chile tiene grandes oportunidades de reactivación post pandemia en este mismo sentido, impulsando una industria turística de intereses especiales, sustentable y cuidadosa del patrimonio silvestre, que además valore la conservación y aporte a las comunidades aledañas. El turismo responsable y consciente del equilibrio natural, puede ser un pilar de desarrollo económico local, que proporciona trabajo y nuevas oportunidades, especialmente a mujeres y jóvenes.

Nuestros tesoros naturales y culturales, son atractivos de interés del imaginario colectivo mundial, desde el Parque Nacional Rapa Nui hasta Torres del Paine. Y, si seguimos el ejemplo neozelandés, podríamos agregar muchos lugares aún por descubrir -de permitirlo las restricciones sanitarias, obviamente- en parques nacionales de norte a sur como El Lauca, Pan de Azúcar, Llanos de Challe, Laguna del Laja, Conguillío, Alerce Costero, Alerce  Andino, Hornopirén, Pumalín, Queulat, Patagonia, Laguna San Rafael, Cerro Castillo, Melimoyu, Alberto de Agostini, Pali Aike, Kawésqar, Cabo de Hornos, por nombrar algunos de los 41 que existen a lo largo del país.

La abundante experiencia que ofrecen nuestros parques nacionales es una parte pero otra, más profunda y distinta, es la referente a herramientas sólidas que propicien su cuidado y preservación. Resulta crucial entender que la inversión en el cuidado de la naturaleza, reporta beneficios vitales y también económicos para la sociedad y allí Chile está al debe. Nuestro país es uno de los que menos presupuesto público destina a la conservación y protección de la biodiversidad. Falta entender que mantener entornos naturales, contribuye a la economía global y no es un gasto, tal como lo demostró en 2020 un estudio de Campaign for Nature, que reunió a más de un centenar de economistas e investigadores a nivel mundial. Ese análisis midió los impactos financieros de las áreas protegidas sobre la economía global, revelando que los beneficios económicos de resguardar al menos un 30% del planeta, excede los costos en un factor de por lo menos 5:1, debido a que esas áreas protegidas impulsan la economía y brindan una serie de beneficios no monetarios.

Los parques nacionales y aquellos espacios donde se procura la conservación, están tomando un rol cada vez más relevante y significativo en el retorno cuidadoso a las actividades que nos apasionan, como reconectar con la naturaleza a través de experiencias únicas al aire libre. De hecho, después de la recuperación de la pandemia, se proyecta que ese tipo de turismo crecerá entre un 4% y un 6%, anualmente. La crisis sanitaria que enfrentamos, nos ha dejado una necesidad clara de generar esas soluciones sustentadas en nuestros entornos naturales, tal como lo muestra la experiencia de Nueva Zelanda, con eso de hacer algo nuevo y abrir los ojos a las áreas protegidas.