Pastor con olor a oveja

La simpleza de esta célebre metáfora que nuestro Papa Francisco utilizara en su primera Misa Crismal como Obispo de Roma, y que ayer rememorara Monseñor Chomali en su homilía, caló hondo en millones de personas. Su simbolismo dio un giro renovado y esperanzador a un pontificado que llegaba para generar cambios, profundizar la fe, y transmitir con convicción el mensaje de la Iglesia cimentado en el Evangelio.
Con “Pastor con olor a oveja” Francisco buscó inspirar a líderes religiosos para permanecer cercanos a su comunidad, vivir con sencillez y humildad, y abocarse con pasión y compromiso por los más necesitados. Sin embargo, la fuerza de estas sencillas palabras trascendieron mucho más allá de los muros eclesiásticos, siendo una verdadera guía e inspiración para quienes tenemos la misión de educar y formar a los que tomen la posta para seguir construyendo la sociedad que soñamos.
En sus doce años de pontificado una Iglesia para los pobres y marginados fue eje central de su impronta evangelizadora. El llamado “Papa del pueblo” fomentaría el diálogo, la misericordia, y el construir una sociedad más justa e inclusiva. Ese camino distinto y esperanzador resonaría con fuerza en un contexto histórico que exigía cambios y transformaciones, y que necesitaban a un Francisco para liderar con fe y valentía, dando la bienvenida a todos quienes quisieran escuchar y sentirse interpelados por su mensaje.
En su visita a nuestra universidad en 2018, Francisco nos habló de la suprema importancia de construir puentes sociales de entendimiento, siendo la academia un espacio privilegiado para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro, donde la virtuosa interacción entre las aulas y la sociedad, debe estar siempre al servicio de la vida y confrontarse con ella para seguir progresando.
Para Francisco la universidad debía ser un laboratorio para el futuro del país. La educación debía integrar y armonizar el intelecto, los afectos y la acción. Es decir la cabeza, el corazón y las manos. Esto permitirá a nuestros estudiantes crecer no sólo en armonía personal, sino simultáneamente a nivel social. La verdadera sabiduría, nos diría el Sumo Pontífice, es producto de la reflexión y del encuentro generoso entre las personas.
Francisco nos deja precisamente un día después de conmemorar la resurrección de Jesucristo, tras una última y seguramente emocionante jornada primaveral en Roma en contacto con su rebaño. Qué mejor ejemplo de trabajo y entrega que ser activo partícipe de su comunidad hasta el último día de su vida. Qué mejor testimonio para nuestra labor educativa que enfrentar con valentía y fe un trabajo comprometido y constante por los más desposeídos hasta el ocaso de su vida.
Como Pontificia Universidad Católica de Chile nos sentimos más interpelados que nunca por el mensaje de Francisco. Su palabra no sólo inspira nuestro quehacer académico, sino ilumina nuestra constante reflexión entre fe, ciencia y razón, cuyo resultado se debe reflejar en hechos concretos, en devolver conocimiento al país, pero por sobre todo, en formar ciudadanos comprometidos con su entorno, convencidos que cambiar la vida de las personas para bien más que una tarea es una deber ético y moral.
El espíritu reformador de Francisco, así como el compromiso que nos deja por trabajar incansablemente por los más necesitados, nos mueve hoy más que nunca, cuando nos toca despedir no sólo a un pastor inspirador, sino a un verdadero líder de su rebaño.
Por Juan Carlos de la Llera Martin, Rector de la Pontificia Universidad Católica.
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