¿Vamos a permitir que el paseo Bandera se acabe en agosto?
Seguramente usted ya caminó por el paseo Bandera. O le contaron de su existencia. O lo vio en alguna de las miles de fotos de este colorido espacio que se han subido a redes sociales. Ha sido un hit. Aclamadas por sus usuarios, apuntadas como ejemplo mundial de intervención urbana, aplaudidas por medios especializados como caso de urbanismo táctico, estas tres cuadras del centro de Santiago se ganaron el corazón (y los likes de Instagram) de los capitalinos y de los turistas.
Desde diciembre del año pasado, el paseo Bandera, una idea de la Municipalidad de Santiago desarrollada por Estudio Victoria, le dio un nuevo uso a uno de los espacios más potencialmente atractivos y, hasta ese momento, más subvalorados de la capital. Durante años, desde que empezó la construcción de la Línea 3 del metro en la calle San Diego (que es la continuación de Bandera hacia el sur y cuya unión se logra a través de un paso bajo nivel que cruza la Alameda), todo el tramo de Bandera hasta la calle Compañía se había transformado en un estacionamiento informal de autos. Hasta que el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, y su equipo se juntaron con el gestor cultural Esteban Barrera, el artista Dasic Fernández y el arquitecto Juan Carlos López y lo que era una idea ambiciosa, se hizo real. Es decir, transformar la calle Bandera en un paseo, uno que tuviera el mural de suelo más grande del mundo (son más de 3 mil metros cuadrados de pintura), mobiliario especialmente diseñado, plantas, espacio para bicicletas y entretención en vivo. Con una característica adicional: se trata de un proyecto transitorio. ¿Qué significa eso? Que en agosto, cuando estén concluyendo las obras de la Línea 3, el municipio debe devolverle la calle al Ministerio de Transporte para que por ahí vuelvan a circular micros y autos. Duele leerlo, pero en el papel esas son las reglas.
"Efectivamente, la potestad la tiene el ministerio en torno a decidir las vías de transporte para el transporte público. En específico, el DTPM (Directorio de Transporte Público Metropolitano) definió las vías exclusivas del Transantiago y una de ellas es Bandera", explica César Rodríguez, director de la Secplan de la Municipalidad de Santiago y uno de los protagonistas del Paseo Bandera. Es cierto. Eso dice el papel. Pero "la ciudad ya internalizó el cambio de ruta. Lo que debemos conversar y definir como ciudad es si el paso del transporte público terrestre por el centro histórico tiene rentabilidad social real. Es decir, cuántos usuarios necesitan el tránsito norte-sur en transporte público terrestre versus el castigo en tiempo de viaje que genera su tránsito en todo el resto del sistema (peatones, bicicletas, carga y descarga). Esa es la pregunta de fondo", agrega Rodríguez.
Son más de cinco años sin que la ciudad haya podido usar el paso bajo nivel, el eje San Diego-Bandera está borrado a estas alturas del disco duro del chofer de micro y del automovilista, a lo que hay que sumar la apertura de las líneas 6 y 3, así como la proyección de la Línea 7. Es otro Santiago, uno que ha visto a la comuna del mismo nombre duplicar su cantidad de habitantes, quienes necesitan espacios públicos de calidad. "La ciudad de Londres decidió para 2020 peatonalizar Oxford Street. Es decir, mientras el primer mundo piensa, nosotros hacemos", dice César Rodríguez. Y tiene razón. Con el paseo Bandera, la Municipalidad de Santiago ha dado clases de urbanismo táctico. Y los ciudadanos aman el espacio, se han apropiado de él y lo cuidan. ¿Tiene sentido devolver este paseo ciudadano a micros y autos? ¿Necesita nuestra ciudad un tramo para vehículos que no se ha ocupado para eso en más de sesenta meses? Sumemos un último factor: tenemos una ministra de Transporte, Gloria Hutt, que es respetada intelectualmente por todos los sectores. Una mujer de altísima capacidad que entiende la ciudad de manera moderna. ¿Cómo no va a ser posible, entonces, que mantengamos este regalo para los ciudadanos?
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