Perú: cuando se muere de hambre y no de covid
Por Carlos Escaffi, gerente de Imaginacción Perú, profesor de la Facultad de Gestión y Alta Dirección de la Pontificia Universidad Católica del Perú
Cual crónica de una muerte anunciada, hoy, la situación en Perú no presenta un buen diagnóstico, y es que, con justas razones, la preocupación empieza a migrar a una eventual pandemia por hambre, que por la actual generada por el Covid-19. De hecho, una frase popular se empieza a escuchar con más fuerza: “prefiero morir por Covid que de hambre”.
La frase citada no deja de representar el grueso del sentir nacional, pues, según información oficial, hoy más de dos millones de peruanos perdieron sus empleos declarados, la población de contagios por encima de los 241.000 y fallecidos a la emisión de esta nota de 7.257. Mientras tanto, la cuarentena, que por lo demás y en rigor debería ser una noventena obligada, pues vamos en el día 94 con extensión hasta el 30 de junio, ha logrado paralizar la economía peruana, la cual cuenta en su haber con un 70% de informalidad.
Entonces, no necesariamente hay que realizar un análisis muy profundo para concluir cómo y en qué condiciones estarán el grueso de peruanos, cuya población asciende a 32 millones de habitantes y que hoy simplemente no pueden trabajar, o, los que tenían un trabajo formal y que gracias a la paralización económica fueron desvinculados y que el bono público ha sido esquivo. Es más, qué sucede con las familias de algunos distritos de la periferia de Lima que compran agua a precios muy por encima de lo que cuesta el m3, agua que es provista por camiones cisternas (aguateros) sin mayores condiciones sanitarias y que tienen que subir con baldes a sus hogares con gran esfuerzo físico y económico, pues tristemente no cuentan con la red básica. Y ni hablar de la realidad en provincias como Huancavelica, Cajamarca, Huánuco y, por cierto, la zona nororiental del país, que irónicamente siendo el principal pulmón verde de América, hoy muere por falta de oxígeno.
Así las cosas, imaginemos cómo se las ingenia un hogar que conseguía escasos US$ 100 mensuales para cubrir sus necesidades básicas y en algunos casos recurriendo al trueque (intercambio de productos del campo), hoy que simplemente no puede salir a trabajar. Usted en su lugar, ¿se quedaría tranquilamente en casa?, usted, a la mínima expresión de hambre de sus hijos, ¿qué haría?
Perú se caracteriza por ser una nación con una riqueza pluricultural profunda, muy amplia, en consecuencia, necesita desarrollar acciones enfocadas y en concordancia con su idiosincrasia. No necesariamente los modelos importados son los que funcionan, o las lecciones que en otras latitudes se implementaron. Perú, hoy más que nunca requiere acciones inmediatas, menos trámites burocráticos que tengan como objeto poner en marcha su locomotora económica que venía creciendo 5% promedio anual. Mientras tanto, hoy la realidad es que la economía se desplomó 40% en abril.
Lo bueno dentro de todo es que, si la autoridad nacional se enfoca en activar y entregar facilidades concretas y reales para ello, con total seguridad el Perú podría volver a retomar la senda de crecimiento. El espíritu emprendedor del peruano, ese que radica en su epidermis, ese que hizo que el Perú no quebrara en los años ochenta, cuando la lacra del terrorismo oscurecía completamente el país, es capaz de imponerse frente a cualquier adversidad, no solo esta vez con tesón, sino con experiencia acumulada, creatividad y profesionalismo de su gente.
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