Piketty y un nuevo socialismo
Acaba de aparecer un nuevo libro de Thomas Piketty, Capital e ideología. Es un trabajo monumental, 1.200 páginas, que se sitúa en la línea de sus otros dos textos mayores: Los altos ingresos en Francia en el siglo XX, publicado en 2001 y su best seller , El capital en el siglo XXI, publicado en el 2013. Este nuevo libro entrega pistas especialmente valiosas para hacer frente al desafío fundamental que tienen las fuerzas progresistas: la construcción de una alternativa al capitalismo neoliberal.
Un gran mérito de este trabajo es la ruptura con la autonomización del análisis económico y la pretensión de los economistas ortodoxos de ser poseedores de un saber superior. En oposición a esos enfoques se movilizan aquí conocimientos que provienen de otras disciplinas comenzando por la historia, la sociología y la ciencia política. La idea central se resume en su afirmación de que " la desigualdad no es económica o técnica sino que ideológica y política". En contra de los enfoques deterministas se reconoce la posibilidad que existan diversas trayectorias hacia la construcción de nuevos mundos y sociedades diferentes. En definitiva, es la amplitud e intensidad de las luchas sociales las que determinan la calidad de los compromisos que entre ellas se establecen y de las instituciones que de ellos resultan. Si bien el capitalismo pone en acción tendencias a la agravación de la concentración y las desigualdades, los movimientos sociales a través de sus movilizaciones pueden generar contrapesos que las inhiban al menos parcialmente. Esta fue la experiencia de la socialdemocracia europea durante varias décadas.
Sin negar completamente la pertinencia de la conocida afirmación de Marx y Engels en cuanto a que "la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases", Piketty la reformula sosteniendo que "la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia".
Su análisis está muy influenciado por el derrumbe del proyecto comunista en el siglo XX y conduce a conclusiones que abren nuevas perspectivas. Efectivamente, a diferencia de la lucha de clases, la lucha entre ideologías deja espacio a las experiencias y conocimientos compartidos, al respeto del otro, a la deliberación. La fuerza deja así de ser el vector fundamental del cambio social. La reflexión, la persuasión, el debate, en fin, la razón y la fuerza de las ideas pueden jugar, en un cuadro democrático, un papel central.
Sobre estas bases es posible pensar en un "socialismo participativo" que no entre en contradicción con la democracia y pueda por el contrario ampliar los espacios de la deliberación ciudadana y por esa vía aportar nuevas energías a los sistemas de democracia representativa.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.