Piñera y las 40 horas
Por segunda vez en su historia política, la diputada Vallejo ha complicado a un gobierno de Piñera. Hace exactamente ocho años, el movimiento estudiantil, de la cual la actual diputada era dirigente, había hecho añicos la aprobación del gobierno. Un contraataque gubernamental llamado GANE, para retomar la agenda y poder parar las movilizaciones, tuvo como resultado la masiva marcha de los paraguas y dejó literalmente a Joaquín Lavín, ministro de Educación de entonces, como jarrón chino.
Ahora el asunto tiene ribetes parecidos y vuelve a repetirse como tragedia para el gobierno. Un proyecto para rebajar la jornada laboral de 45 a 40 horas, liderado por las diputadas Vallejo, Cariola y Yeomans, ha enredado al gobierno de mala manera en un momento complejo para la crisis de expectativas que atraviesa la administración actual.
El gobierno, como hace ocho años, creó un proyecto propio y ha buscado convertirlo en un comparado con la idea de las 40 horas, aprobada en la Comisión de Trabajo. La estrategia de La Moneda se parece peligrosamente al GANE de hace ocho años, siendo la víctima esta vez el ministro Nicolás Monckeberg. Esta vez peligra uno de sus cercanos en Apoquindo 3000, que se ha convertido en un buen articulador en el Congreso. Por ello, el ministro del Trabajo es imprescindible para lograr un buen acuerdo de pensiones, una de las reformas emblemáticas de la actual administración.
El gobierno, al crear una especie de comparado con el proyecto Vallejo, transmitió un mensaje que refuerza las desconfianzas que se han instalado con Piñera. Parte de su rechazo es que se ha construido, desde el impasse de China con los hijos del Presidente, la idea que este trabaja para unos pocos privilegiados. La oposición a rebajar la jornada laboral puede ser leída por el ciudadano de a pie como un interés de Piñera de cuidarles el bolsillo a los poderosos de siempre, a costo del deterioro de la vida cotidiana de las personas que deben lidiar con el transporte público y las dificultades de tener poco tiempo para la vida familiar.
Es cierto que son tiempos difíciles en el mercado laboral. Los trabajadores chilenos, provenientes en su mayoría de un sistema educacional con pocas competencias en matemáticas, inglés y computación, deben competir con la creciente automatización, y con una mano de obra migrante mucho más preparada y dispuesta a todo. Se avecina también una reforma previsional que aumentará el costo de personal. Bajo esa lógica, colocar una restricción adicional a la contratación suena desacertado.
Por otro lado, el promedio de horas trabajadas en Chile es muy alto en comparación con economías de similar tamaño. La jornada de trabajo en Portugal, un país al que Piñera ha dicho públicamente que le gustaría parecerse, tiene 40 horas. Un punto a favor de la idea de las diputadas de oposición es que una rebaja hecha hace un tiempo fue neutra en materia de impacto en remuneraciones y productividad. Y, sin duda, más horas dedicadas a los propios proyectos de vida hará una sociedad más feliz, en especial en las grandes ciudades.
Pero, pareciera que a La Moneda esta discusión más fría, que habría sido la mejor estrategia ante un proyecto popular, no le interesa. La obsesión del Presidente de estar siempre arriba de la ola en las mareas de opinión pública vale mucho más. Y, sin duda, el premio de vencer comunicacionalmente de una vez por todas a la diputada Vallejo vale todos los riesgos posibles, incluyendo la cabeza de su ministro del Trabajo.
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