Pisando huevos
"No sé si dentro de los planteles esto está lo suficientemente claro. Con las cifras diarias, más de ocho mil el viernes, no debiera ser necesario repetirlo. Fue una suerte que se siguiera jugando, aunque hay motivos científicos que lo respaldan, el tema es que la suerte no hay que tentarla".
Cuando el país entró en receso una vez decretadas las nuevas medidas restrictivas por la segunda/tercera ola del Covid-19, el fútbol profesional chileno zafó por los pelos. El protocolo elaborado por médicos especialistas durante la presidencia de Sebastián Moreno ha demostrado funcionar de manera efectiva. Si las instituciones se mantienen rigurosas y los jugadores (con sus cuerpos técnicos) son disciplinados, la actividad puede salir adelante. El torneo pasado, con todos sus problemas, puso al fútbol chileno con una de las tasas más bajas de contagio a nivel mundial.
Es bueno recalcar, contra las opiniones al viento y poco informadas, que las competencias han seguido en todas partes del mundo, incluso en países azotados por olas continuas de contagios como Italia, España, Francia, Inglaterra o Alemania. Se ajustan las tuercas, se suspende algún partido para neutralizar un posible brote, pero se sigue jugando. En México, allá los parámetros son otros evidentemente, se comenzó a autorizar público en los estadios una vez los contagios remitieron un poco. Algo que en Chile no recomendaría en absoluto. Desde ya, el dato es fundamental, no hay documentado un solo contagio producto de acciones en el campo de juego. Y son cifras globales. Los problemas se dan cuando se relajan las medidas en los camarines, en el bus o los jugadores hacen escapadas sociales (como los asados).
Ahora, esta continuidad del fútbol profesional chileno no fue automática. Pese a que se entendía que, con los protocolos establecidos entre el Minsal, Mindep y ANFP, no habría mayores novedades, una vez producida (y en desarrollo), la explosión de contagios alimentada por la temible cepa brasileña, hubo voces que pidieron que se suspendiera todo. Pablo Milad, hombre de gobierno, debió maniobrar de forma urgente para evitar que esto ocurriera. Hay razones técnicas que respaldarían la suspensión (como hay otras que lo contradicen), pero más allá de los elementos científicos y empíricos, que son los que deberían pesar, acá marca mucho el simbolismo, el miedo a las redes sociales y la presión de grupos de interés. Digamos la verdad, y esto fue señalado en una columna en agosto pasado cuando volvió el campeonato luego de seis meses de para, el fútbol tiene muchos enemigos que se cuelgan de cualquier micro, como el estallido social, para intentar matarlo.
Que se siga jugando no garantiza nada. Cualquier distraído que cruce la calle en un paso no habilitado y viene el corte. Lo que ocurrió con Universidad de Chile hace un mes cuando un brote dejó una decena de jugadores contagiados debió ser una advertencia clara. Sin embargo, desde Curicó se informa de seis elementos inespecíficos (“integrantes del plantel” dice el comunicado) resultaron positivos tras unos PCR. No estaba claro a la hora de escribir esta columna si esto impediría que el club cumpliera con sus compromisos, ya que enfrentaba a La Serena el domingo de visita, pero, una reiteración de hechos como este, podrían desembocar en la suspensión del campeonato.
No sé si dentro de los planteles esto está lo suficientemente claro. Con las cifras diarias, más de ocho mil el viernes, no debiera ser necesario repetirlo. Fue una suerte que se siguiera jugando, aunque hay motivos científicos que lo respaldan, el tema es que la suerte no hay que tentarla.