Plebiscito 2020: la gran estafa
Hace un par de semanas vimos a políticos de lado y lado tomarse las manos, levantarlas al cielo, y anunciar con bombos y platillos que se había logrado un Gran Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Tanta mentira junta.
En primer lugar no es grande, es un "arreglin" como cualquier otro que han hecho los políticos de siempre en los últimos años, no es diferente al perdonazo a la corrupción descubierta en el Gobierno del Presidente Lagos o el silencio cómplice por Penta y SQM. No es un gran acuerdo, es un arreglin pequeño.
En segundo lugar no es tampoco un acuerdo, porque hasta hoy aún no logran definir aquello en lo que se pusieron de acuerdo. Que los 2/3, que las cuotas de género, que los cupos asegurados a ciertos grupos, y más importante aún, qué pasará si no hay texto constitucional que aprobar.
En tercer lugar no es por la paz, porque no ha ayudado en absolutamente nada a recuperar la paz. La violencia es cada vez más fuerte, y está cada día más desatada. Esto pasa porque unos firmaron por miedo, y estaban dispuestos a firmar cualquier cosa que les pusieran al frente, y porque los otros no quieren paz, disfrutan el caos y la violencia, se sienten a gusto con el temor de la gente.
Finalmente no es un acuerdo por la Constitución, porque aún no se define si habrá una nueva o no. La última palabra la tenemos los ciudadanos, que en abril podemos decir que si, que aprobamos este arreglin a medias de los políticos, o podemos decir que no, que no queremos más esta vieja política.
¿Quienes ganaron entonces? Ganaron los de siempre, los políticos que elección tras elección prometen A y hacen Z, los que viven pensando en cómo mantener su cómoda silla en el Congreso, los que calculan cada palabra o gesto según las encuestas, los que nunca dicen lo que piensan, pero piensan muy bien lo que dicen. Sienten que ganaron porque ganaron algo de oxígeno para seguir operando en los pasillos del poder, y tratar de encontrar una solución.
Ganaron los que llevan años discutiendo los problemas de élite, los que prefieren resolver sus prioridades políticas, en lugar de escuchar y atender las verdaderas urgencias sociales.
Ganaron los apitutados, los apernados, los que llevan 30 años profitando del aparato público sin haber hecho algún aporte a la sociedad. Ganó el Estado, ganó la burocracia, ganó stablishment.
¿Quienes perdieron? Perdieron los mismos de siempre, el ciudadano común, el hombre corriente, la persona de a pie. Perdieron los que viven pensando como llegar a fin de mes, los que vuelven de sus trabajos con miedo a que los asalten en la calle, los que luchan día a día con el temor a enfermarse, porque la atención de salud es denigrante, perdieron los que creyeron en una oportunidad de educar a sus hijos, y vieron destrozadas esas esperanzas por vándalos y encapuchados que quemaron todo.
Perdieron los que con ilusión salieron a marchar las primeras semanas, creyendo que esta vez si serían escuchados. Perdieron los que vieron como sus legítimas demandas por más seguridad, mejor educación, mejor salud y pensiones más dignas, fueron cambiadas por una quimera, por una "Asamblea Constituyente" de la redención, que lograría borrar todos nuestros pecados y nos haría nacer de nuevo.
En este "acuerdo" ganaron los únicos que no tenían nada que perder, y perdieron los que tenían todo que ganar. Ganaron los políticos del siglo pasado, perdieron las personas de esfuerzo.
Este mes y medio no es más que un condensado, un concentrado, una sinopsis de la película de Chile. Los chilenos queremos solucionar los problemas urgentes, pero los políticos nos hablan de sus prioridades de élite. La dicotomía es simple, urgencias sociales versus Nueva constitución.
La pregunta que queda sin responder es ¿qué haremos los ciudadanos? Hoy, los que seguimos olvidados, los que seguimos en silencio, tenemos una tremenda oportunidad para manifestarnos, sin violencia, sin piedras, sin molotov, con la simpleza de un lápiz y un papel, en abril de 2020.
El plebiscito de ese día será presentado como la elección del camino de Chile, pero en realidad es un plebiscito para ratificar la forma y el modo en que los políticos tradicionales han hecho política los últimos 30 años. Y tenemos sólo dos opciones, o votamos que si, y les damos un gran si a su forma de actuar, a su oportunismo, a sus apitutamientos, a sus arreglines, o votamos que no y les demostramos que no estamos para cuentos, que perdimos la inocencia y que a partir de ahora será la ciudadanía la que ponga la agenda, tenemos la oportunidad de decirles en la cara a los políticos un rotundo NO!
En 2020 nos jugamos mucho, yo al menos, a esta clase política y a este arreglin, le diré que no.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.