Plebiscito seguro y responsabilidad democrática

Plebiscito 2020


Por Gloria de la Fuente, presidenta Fundación Chile 21

Sectores que desde siempre fueron refractarios a la posibilidad institucional de comenzar a resolver los dilemas planteados por el estallido social del 18-O, han vuelto a la carga intentando instalar la idea de que es necesario suspender el plebiscito. Aluden para ello a las condiciones sanitarias, a la necesidad de deshacer el camino andado porque el acuerdo político que se adoptó se habría realizado “bajo presión” y recurren hasta el ejemplo de Nueva Zelanda, que recientemente postergó su elección legislativa, para tratar de justificar aquello.

El argumento es tramposo por varias razones que desarrollaré a continuación. Primero, recién en los últimos días el Servel -después de que se aprobara la reforma constitucional que le otorga mayores atribuciones para dictar medidas sanitarias- ha anunciado que los primeros días de septiembre tendrá listo el instructivo en la materia. Para ello ha iniciado un proceso de diálogo con diversas instituciones del Estado, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil. Estas últimas, además, han presentado recientemente una serie de propuestas (donde convergen centros de pensamiento, el Colmed y gremios), que se unen a otras que han abordado, entre otras, la experiencia de elecciones de otros países en pandemia, las reglas sobre el financiamiento de la campaña y temas de orden público, para asegurar que este evento se realice resguardando la seguridad de las personas y el respeto a los derechos humanos. En tal cuadro, el camino seguido ha sido el adecuado, toda vez que lo que se precisa, para respetar el compromiso con el país y proteger la integridad de los procesos democráticos, es que se tomen todas las medidas necesarias para que el plebiscito se realice en óptimas condiciones.

Quienes enarbolan a estas alturas las condiciones sanitarias como la excusa para suspender el proceso, son los mismos que desde un principio estuvieron en desacuerdo con la idea de hacer el plebiscito y son, en muchos casos, quienes no ven, al mismo tiempo, absolutamente ningún problema en reactivar la actividad productiva. ¿En qué quedamos? Un mínimo de coherencia indicaría que los instrumentos de la democracia no son más importantes que la actividad económica, porque ambos son relevantes para el correcto funcionamiento de la sociedad. Al respecto, utilizar el ejemplo de Nueva Zelanda delata también el oportunismo de estos sectores. Primero, porque las elecciones parlamentarias de ese país se suspendieron por el rebrote del Covid-19 un mes antes de que estas se realizaran y se postergaron solo un mes. El ejemplo es malo si se considera, además, que ha habido varios otros países que han realizado procesos electorales en medio de la pandemia y que han logrado tomar las medidas sanitarias del caso.

Por cierto, si por alguna circunstancia las condiciones sanitarias en nuestro país empeoran, habrá que evaluar cuando sea pertinente los caminos a seguir. Pero por lo pronto, lo responsable es tanto tomar medidas como llamar a la población a cuidarse.

El último argumento, tal vez el más burdo de todos, porque ignora la naturaleza del malestar que se convirtió en estallido social, es que hay que suspender este acto plebiscitario porque el acuerdo al que transversalmente arribó el mundo político se habría realizado bajo presión. Lo que ahí ocurrió simplemente obedeció a una correcta lectura de la señal que era preciso dar, porque no se puede pretender que sea la calle la que resuelva una crisis que tiene origen en nuestra institucionalidad y es ese camino, y no otro, el que es preciso cuidar.

Tal como muestra el estudio de Criteria de julio, el 66% de los encuestados (9 puntos más que en junio) señalaba que el plebiscito debiera mantenerse tal cual está programado. En tal sentido, es hora de asumir que, aún en circunstancias adversas, se trata del ejercicio democrático más importante desde el retorno a la democracia y, por tanto, todos debiéramos entender que defenderlo es defender el país que todos debiéramos contribuir a construir en el futuro.