Podemos respirar profundo, pero no me hablen de un mandato
Por Alejandra Cox, economista
Joe Biden se une a un grupo selecto de presidentes que triunfan por sobre un Presidente candidato a reelección. Así llegaron a la Casa Blanca, FDR en 1932, Reagan en 1980 y Clinton en 1992. Roosevelt ganó una mayoría contundente de los votos electorales, lo que le entregaba capacidad de hacer reformas radicales con las que el Estado asumió la responsabilidad de sacar al país de la gran depresión. La elección de Reagan en 1980 también fue mayoritaria, y los republicanos ganaron el Senado por primera vez desde 1955. Su promesa incluía restaurar el poder militar, e implementar la nueva economía supply-side, que intentaba reducir impuestos y balancear el presupuesto fiscal al mismo tiempo. Clinton en 1992 también ganó una fracción importante de los votos electorales, poniendo fin al período de dominio republicano que había empezado en 1968.
Lo que no se puede decir de esta elección es que fue contundente. Desde la noche del 4 de noviembre, cuando los periodistas y comentaristas de los canales de TV aparecían pálidos, la pregunta se instaló en la mente de la mayoría. ¿Por qué el resultado de la elección fue tan estrecho? Se esperaba un resultado claro y mayoritario en favor de Biden, el candidato de la reconciliación.
Al examinar la votación volvemos a una difícil realidad: EE.UU. es una nación profundamente dividida. Las “conversaciones” de política me recuerdan a Chile de fines de los 60. La fantasía de cada lado parece aplastar y ojalá hacer desaparecer a los que no comparten el mismo partido político. La elección tan estrecha nos trae una buena noticia: no queda más que tratar de convivir con quienes piensan diferente. La votación no siguió una narrativa única; de otra manera no se explica el aumento de apoyo a Trump entre los grupos minoritarios, incluyendo la comunidad LGTBIQ.
Una conclusión importante es que no podemos ni debemos generalizar la motivación detrás de los votos de distintos grupos. Además, ha habido enormes cambios en el corazón de cada partido. Ahora, el Republicano es el partido de los hombres blancos sin educación universitaria. El Partido Demócrata había sido el partido de la clase trabajadora, los que tomaban cerveza, pero ahora es el partido del Sauvignon Blanc, parafraseando al comentarista Mark Shields.
Por sobre todas las cosas, una conclusión importante es que es preferible, y por el bien de todos, que aprendamos a preguntar, que no hagamos supuestos basados en la raza, el nivel de educación, la ubicación geográfica, o las profesiones. Las personas votan de acuerdo a un sinnúmero de narrativas y preferencias, y es más interesante entender que aplacar una conversación empezando con una actitud intolerante encapsulada en una frase como: “No puedo entender cómo alguien puede votar por Trump”.
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