Poder Judicial y estándar ético



SEÑOR DIRECTOR:

Este año nos ha ofrecido ejemplos palpables de cómo la cultura del amiguismo sigue gozando de buena salud en el Poder Judicial. La sucesión de mensajes en WhatsApps nos ha mostrado a ministros de la Corte Suprema pidiendo favores a otros para lograr nombramientos de determinados notarios o bien buscando activamente apoyos políticos para conseguir sus propias designaciones.

Al margen de que en los nombramientos del Poder Judicial participan los tres poderes del Estado, es un hecho que en ellos intervienen también influencias políticas, corporativas y personales. Todo ello a espaldas de los propios ciudadanos a los cuales esos magistrados están llamados a impartir justicia en forma honesta, transparente e imparcial. Hace unas semanas un exsupremo reconoció esta contradictoria opacidad, señalando simplemente que “todo el mundo sabe cómo funciona esto”. Los contactos bajo la mesa, las gestiones ocultas, las influencias indebidas, el pago de favores y las lealtades mal entendidas seguirán existiendo mientras esa mentalidad no cambie.

La experiencia en países cercanos es decidora: cuando la Justicia no aplica los cerrojos para impedir que entre sus miembros permee el tráfico de influencias y la corrupción, la ciudadanía termina perdiendo la confianza en ella y las leyes se convierten en letra muerta. Aunque siempre hemos resaltado nuestra solidez institucional, lo ocurrido nos demuestra la urgencia de tomar en serio estas señales de alerta. Si en la última encuesta Cadem los tribunales de justicia aparecen como la cuarta institución peor evaluada por la ciudadanía, hechos como los que se han conocido solo profundizarán el deterioro de su imagen.

El máximo tribunal anunció la conformación de una mesa de trabajo para proponer una reforma al sistema de nombramientos y la decisión de reactivar una Comisión de Ética para analizar los casos que se han denunciado. Tanto o más importante que implementar un mecanismo que atenúe la discrecionalidad en las designaciones judiciales, es fundamental que quienes integran el Poder Judicial comprendan que la confianza de la ciudadanía es lo más importante y que para no perderla, más que una ley, es clave el ejemplo que dan con su propio comportamiento. El filósofo escocés Thomas Reid decía que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Los chilenos merecemos autoridades que entiendan el estándar ético que exige la delicada responsabilidad que desempeñan.

Susana Sierra

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