Política exterior y TPP11: ampliar la mirada
Por Teodoro Ribera, rector de la Universidad Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores
Gestado como un acuerdo de integración económica entre países situados en la cuenca del Asia/Pacífico, el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico o TPP11 detenta un volumen político de gran envergadura estratégica. El debilitamiento de este tratado abre las puertas para que sean estas naciones las que terminen imponiendo las condiciones respecto del comercio internacional. Un desafío severo para una economía abierta y de tamaño pequeña como la chilena.
Conscientes de las debilidades que atraviesa la Organización Mundial de Comercio (OMC), parece indispensable robustecerla, pero al mismo tiempo urge invertir recursos políticos en potenciar el TPP11, cuyas normas descansan en una matriz legal que hereda los valores de la OMC. Por su cobertura geográfica, el peso de las economías que recluta y la diversidad de temas que abarca, este acuerdo ofrece un marco expresivo de los valores, intereses y objetivos de un país como el nuestro.
El TPP11 simboliza una nueva generación de tratados, pues incorpora disposiciones avanzadas sobre el rol de las empresas estatales, comercio electrónico, accesos a mercados industriales, agrícolas y de servicios. También, es el acuerdo más inclusivo que Chile haya suscrito, al considerar materias como medio ambiente, asuntos laborales y género. Es decir, el TPP11, que incluso algunos especialistas sugieren renombrar para sumar a países e incluso bloques fuera del Asia/Pacífico, demuestra su valor estratégico como un nuevo sostén global del comercio internacional. El interés del Reino Unido de adherir al acuerdo se sigue muy de cerca por la UE, al ofrecerle una plataforma para avanzar hacia un nuevo liderazgo ante las tensiones del orden global. Ecuador, Corea del Sur y China también han expresado su interés por sumarse.
El futuro gobierno encara el enorme desafío de leer detenidamente el TPP11, ponderar sus innegables ventajas para fortalecer la independencia y soberanía del país y decidir la definitiva ratificación de este tratado, del cual Chile fue uno de sus gestores. Hay elementos que hay que considerar y deben respetarse, pues tienen una creciente importancia en la sociedad chilena. Entre ellos, los efectos para la soberanía, el valor de medicamentos, la propiedad de las semillas, impacto en nuestros pueblos originarios, o en los derechos laborales o ambientales, han sido citados en distintas discusiones.
El estudio a fondo de aquellos deberá conjugarse con el positivo impacto a nuestras exportaciones (más de 3.000 productos), en la creación de cientos de miles de empleos, el fortalecimiento del sello “Hecho en Chile”, y la creación de espacios para instalar nuestros intereses ambientales, laborales y de género, entre otros.
Si a este legítimo debate se suma el valor geopolítico que significa adherir a un acuerdo que podría simbolizar una tercera vía para la construcción de un nuevo orden global económico, nuestra política exterior estaría encarando uno de sus desafíos más relevantes a nivel local e internacional.
Lo que las nuevas autoridades deben sopesar es que el TPP11 es mucho más que un mero tratado comercial, pues comprende materias medioambientales, asuntos laborales y de género. Asumir que los temores y efectos negativos de este mega tratado descansan más en suposiciones que en su contenido, será un paso relevante para ello.
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