Políticas públicas y baja natalidad
SEÑOR DIRECTOR:
Según cifras del INE, en 2023 se reportó una disminución en los nacimientos de 9,1% respecto a 2022. La mayor proporción de estos ocurrió en mujeres de 30 a 34 años, reflejando un aumento en la edad de la maternidad.
La postergación de la maternidad es un hecho y la baja tasa de natalidad también. Los hallazgos cualitativos indican que las mujeres chilenas están retrasando la primera maternidad por diversas razones, más allá de la simple planificación familiar. Aspiraciones de autorrealización, normas de género emergentes, la intensificación de las responsabilidades maternas, inseguridad en la pareja y condiciones sociales precarias son factores cruciales que influyen en esta decisión. El retraso del primer hijo se asocia frecuentemente con la “estabilización” de los padres como pareja y la consolidación económica. Sin embargo, esto conduce a familias más pequeñas.
Las crecientes expectativas respecto al bienestar deseado para los hijos también juegan un papel fundamental y, en consecuencia, aumenta la percepción del costo de la crianza. Sin embargo, a pesar de los mejores estándares de vida actuales, surgen nuevos riesgos asociados al progreso económico, como el calentamiento global y la invasión de las comunicaciones. Esta percepción de vivir en una “sociedad de riesgos” genera incertidumbre y lleva a muchas parejas a postergar o incluso a decidir no tener hijos.
Las políticas públicas no se han hecho cargo de esta realidad que nos está llevando a una sociedad envejecida, con poca fuerza laboral que sostenga a los pensionados futuros. ¿Qué debemos hacer? Al menos, vale la pena preguntarse si están los incentivos correctos para que las mujeres quieran tener hijos, sin abandonar su futuro profesional. Por esto, los proyectos de sistema de cuidados y sala cuna universal son fundamentales, pero también la ayuda para solventar los mayores costos que implican traer un hijo al mundo.
A pesar de los desafíos y las incertidumbres, tener hijos sigue siendo una decisión que conlleva importantes beneficios. Los hijos ayudan a fortalecer los lazos de solidaridad y comunidad, fomentan el crecimiento personal y pueden contribuir al desarrollo de soluciones tecnológicas y sociales para los problemas actuales. Fomentar una sociedad que apoye a las familias en todos los aspectos -económico, emocional y social- puede ayudar a equilibrar las aspiraciones personales con la importancia de la continuidad generacional y el bienestar colectivo.
Ignacio Irarrázaval
Director del Centro de Políticas Públicas UC
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