Columna de César Barros: Cazando leones en el Buin Zoo

Sii


El “paper” sobre elusión/evasión de Jorrat ha causado sorpresa en las empresas que siempre pagaron, pagan y seguirán pagando; alegría en quienes piensan que ellos más que pagan eluden, y contento en otros porque que a raíz de esto se le dará mano libre al SII para que adopte un sistema “inquisitivo”: el inquisidor investiga -sin necesariamente conocimiento del afectado-, acusa y condena, en la mejor tradición de Sevilla en el siglo XVI, en que el Santo Oficio era eficiente.

La hipótesis de Jorrat ha sido muy discutida por la Sofofa, la CPC y el Colegio de Contadores; y apoyada -como no- por la alta dirección del SII. Lo que sorprende del estudio es la altísima tasa de elusión/evasión que presenta la economía chilena. Y la más probable causa del guarismo está en el alto grado de informalidad de la economía chilena. Porque las empresas “formales”, o sea las más grandes, sí pagan puntualmente, y cuando no lo hacen, desde Ciper hacia abajo todos se enteran, y son castigadas con multas y agravantes.

Pero hay montones de empresas (y empresarios) que funcionan fuera de la formalidad tributaria y provisional, y el estudio de Jorrat parece confirmarlo. No andan escondidos: están en las veredas, en los camiones llenos de leña nativa que circulan por el sur, en los aserraderos” móviles” de gran actividad, en la pesca artesanal y en las hortalizas. En pequeñas empresas de la construcción (menor y no tan menor) y de los servicios domésticos. O sea, donde uno mire con cuidado se ve informalidad.

Y las razones para estar al margen de la formalidad son poderosas: recargo al costo laboral de al menos 17% (AFP, Fonasa, seguro de desempleo), el 19% del IVA a su margen bruto, y lo que corresponda a sus ganancias. Como cualquiera puede observar, el costo de la formalidad es simplemente enorme. ¿Y cuál es el costo de la informalidad? Es casi nulo. De repente las municipalidades hacen esfuerzos de corto plazo y corta duración contra el comercio ambulante, pero no se ve a Conaf mirando el tema de la leña, ni a Sernapesca persiguiendo a la pesca artesanal. Y para qué decir al SII, que no desea ser impopular y que les “echen los perros” a sus inspectores (no, no es un invento mío, ni un mito urbano).

El problema es que estamos hablando de un porcentaje impresentable de la economía chilena, ahora sí, muy muy lejos de los estándares de la OCDE, y no se divisan políticas públicas para reducirlo, solo políticas que aumentan el costo de los empresarios formales, y hacen la tentación de la informalidad aún más atractiva.

Y si el problema se corrigiera, y los actuales informales pagaran un poco de IVA, un poco de imposiciones y algo de impuestos a las ganancias, tendríamos probablemente a un Fisco aún más gordo que el actual, pero el trabajo sería duro, difícil, y de largo alcance. Es mucho más fácil salir a cazar fieras en el zoológico: apretar, empujar y perseguir a los empresarios formales, que salir a cazar a la selva de la informalidad, con los peligros que ello implica. Sin buena prensa, con un trabajo de recolección de datos difícil y trabajoso: quiénes son, dónde están, en qué trabajan, cómo atraerlos al mundo formal en forma hábil y respetuosa. Cosa que sí se atreven cuando de atraer de vuelta grandes patrimonios se trata.

Por César Barros, economista

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