Columna de José Francisco Lagos: La divina comida
Mucho se ha comentado en la medida que va apareciendo más información, respecto a las comidas que existieron entre autoridades de gobierno, parlamentarios y empresarios de industrias reguladas.
Esta situación es particularmente noticiosa por varios aspectos. El primero de ellos son los participantes, porque van apareciendo por goteo quienes eran los invitados a asistir a estos encuentros y la lista pareciera ser bastante abultada; lo segundo es que estas reuniones no quedaban registradas en ninguna plataforma pública, lo que abriría un flanco respecto de la razón y el contenido de esas reuniones; además, ocurrían en la casa de Pablo Zalaquett, quien después de su vida política, ha estado dedicado, por lo que ha trascendido, al lobby en diferentes industrias.
A lo anterior, se suman otros hechos que tienen relevancia política. El actual oficialismo llegó al poder con un discurso antiempresarios bastante potente, que hoy recurran a estas reuniones para tener esta clase de vínculos les abre un cuestionamiento. Es simple hacer el ejercicio de qué hubiese dicho el diputado Boric si se enterara de esta situación estando en la oposición. Probablemente hubiese puesto el grito en el cielo, rasgando vestiduras como nos tenía acostumbrados.
Un segundo hecho relevante, han sido las muy malas respuestas de quienes estuvieron participando en esas actividades, especialmente las autoridades de gobierno. Pareciera que se ríen de los chilenos cuando señalan que no sabían ni siquiera los nombres de quienes participaban en aquellas instancias, ni tampoco el motivo por el cual el anfitrión los convocaba en su casa. Todo muy inocente, como si de un grupo de vecinos se tratara.
Por último, aunque indudablemente esto es un error político de proporciones, a tal punto que le ha valido al gobierno críticas desde su propio sector, también subyace un punto crucial: el gobierno cree que, conversando con los empresarios, está llegando a acuerdos con la oposición. Así lo han transmitido directa o indirectamente en la presentación, por ejemplo, de la ley antipermisología, ninguneando completamente el rol que tiene el Congreso.
Lo anterior ocurre porque en una parte de la izquierda, muy instalada en el oficialismo, se concibe que la oposición a sus ideas no se produce simplemente por la discrepancia de opiniones, es porque hay una defensa de intereses particulares, por supuesto mezquinos y por tanto inferiores moralmente. Esa concepción le hace muy mal a la democracia, y con esta forma de actuar, el oficialismo pareciera reafirmar su error una vez más.
Por José Francisco Lagos, director ejecutivo Instituto Res Publica
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.