¿Por qué ya nadie quiere ser profesor en Chile?
Por Ana Luz Durán, decana Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad San Sebastián
Contar con mejores profesores, que ingresaran a una carrera profesional que fuera motivadora para su desarrollo profesional y personal, era el espíritu que el legislador y el gobierno querían imprimirle a la creación de un sistema de desarrollo profesional docente el año 2015.
Seis años más tarde, constatamos que el país no ha logrado atraer a más y mejores jóvenes que quieran ser docentes, y así lo confirma el estudio de Elige Educar (2021), que muestra una alta valoración de la profesión, con un 75%, pero menor al 77% que se percibía en 2016, cuando se promulgaba la ley. En aquel año, la perspectiva laboral era de un 32%, que aumentó hasta un peak de 41% en 2018, no obstante, este año ha vuelto a caer al mismo 32% de los inicios de la ley. En conclusión, existe menor valoración comparada e idéntica proyección en perspectiva laboral.
Esto reafirma la tendencia a la baja sostenida desde 2018, que llega a un 54% de disminución desde esa fecha hasta hoy. Por otra parte, el aumento en el puntaje de ingreso a aproximadamente 500 puntos mínimos -criterio que comparto ampliamente- no ha ido de la mano con suficientes incentivos para que los alumnos de altos resultados opten por la carrera docente.
La evaluación y revisión de esta política pública ya ha sido realizada, y lo cierto es que no podemos seguir esperando la reacción de un nuevo gobierno. La política docente es una definición que trasciende a esto, por la relevancia para el desarrollo de las generaciones -especialmente los niños, niñas y jóvenes más vulnerables-, pero también para el conjunto de la sociedad en el ejercicio del derecho a la educación.
Se requiere de un cuerpo docente que haga posible el acceso, permanencia y egreso de un sistema educativo de calidad, y lo más importante, que logre cerrar las brechas entre los diversos contextos sociales.
Hace falta un sistema que reconozca el profesionalismo de los profesores/as, se haga cargo de su valoración social y de una remuneración competitiva con otras profesiones. Ya se han establecido acuerdos en sectores de gobierno y oposición, por la relevancia de esta magna tarea.
Hoy, la remuneración promedio de un profesor en Chile con 10 años de docencia es de $1.574.000, en países como Finlandia que fue tomado como referente a la hora de discutir la actual ley, se le paga en promedio de $3.080.000; incluso en Estados Unidos, el 10% más bajo de los salarios de los maestros es de $2.309.000, con un promedio de $3.773.000 (Dept. Educación USA).
Sin duda, el sistema de desarrollo profesional docente ha sido un gran avance: se ordenó, se mejoraron los sueldos haciendo distinciones para los profesores de excelencia y se consideraron los tiempos no lectivos, entre otras cosas; sin embargo, no se ha logrado el objetivo, y hoy vemos cómo ha disminuido el número de estudiantes que postula a las pedagogías. De 14.980 a 9.904 entre 2020 y 2021, lo que corresponde a un 33% de disminución (Demre, 2021).
La formulación de políticas públicas es un proceso dinámico, donde la evaluación y los resultados son un insumo para su reformulación. Hoy vemos que esta política requiere ser modificada en dos sentidos: primero, mejorar las remuneraciones docentes, y segundo, mejorar las condiciones de su ejercicio como lineamiento para atraer a mejores alumnos. Es la única manera posible de contribuir a la valoración de la profesión docente en el estatus que Chile planteó esta política, al momento de su discusión parlamentaria.
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