Post-Senderismo



Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

Cuando Abimael Guzmán elaboró las bases de la ideología de Sendero Luminoso (SL), combinó tres elementos: una adaptación maoísta del marxismo-leninismo (“guerra popular sostenida del campo a la ciudad”), una justificación de reivindicación histórica andina que le permitiese legitimar “la toma del poder por las armas”, y el culto mesiánico propio del caudillismo latinoamericano, aunque en una de sus versiones más totalitarias. Este amasijo doctrinario se tradujo, en la década de 1980 en Perú, en el terrorismo más sanguinario del mundo andino.

La captura de Guzmán en 1992 fue un golpe contra SL, y precipitó la victoria militar del Estado. La cúpula terrorista concedió un acuerdo de paz desde prisión y miles de sus seguidores se desmovilizaron bajo un proceso de “arrepentimiento”, impulsado por el gobierno. SL, como organización política y militar, colapsó, pero sus exintegrantes quedaron huérfanos de proyecto político, pero con las mentes y los corazones conquistados por una violencia revolucionaria.

Los partidos políticos “nacionales” (en realidad limeños), de izquierda a derecha, no tuvieron la capacidad de llenar el vacío de adiestramiento político que había cumplido SL en el “interior”. El tradicional radicalismo anticentralista fue combinándose con otras capas de confrontación (antineoliberalismo, antiextractivismo, pro bolivarianismo y multinacionalismo). La lucha armada fue abandonándose como leitmotiv, pero no la impronta anti-establishment. En un escenario de descentralización política sin partidos enraizados, este discurso contestatario fue actualizado y ganando terreno en elecciones subnacionales. Se llegó al caso de un ex condenado por terrorismo elegido para presidir un gobierno regional (Tumbes), pero en Lima no se enteraron. La fragmentación electoral de la campaña reciente ayudó a que, una coalición anti-establishment (con protagonismo de estos núcleos herederos del radicalismo provinciano), llegara al poder y que pusiera, entre sus ministros, a un exsimpatizante de SL.

El post-Senderismo es un legado ideológico de los años del terror en el Perú. Antes que desaparecer, ha entrado en la disputa del campo de la izquierda peruana, adquiriendo un discurso populista, dicotómico, maniqueo, con reminiscencias de divisiones clasistas, pero donde superpone a la división elite versus pueblo otras capas politizadas previamente por SL (andinos versus criollos) y otras capas de reciente politización (identidades étnicas). Busca revertir el orden establecido desde una interpretación arbitraria de la soberanía popular. Su eje de acción política ya no es la lucha armada, sino la participación popular masiva, plebiscitaria. Ha perdido la centralidad de la violencia revolucionaria, pero ha mantenido: el afianzamiento del conservadurismo moral (vínculos con el totalitarismo senderista), la concepción mayoritaria del ejercicio del poder (en contraposición con la pluralista), y el empoderamiento revanchista del campesinado, aduciendo una vigente discriminación racial y social.