Preocupante caída de la natalidad

Chile registra la mayor caída de la natalidad de toda América Latina, con una tasa de 1.17, lejos de del nivel de reemplazo. Un problema que se debe abordar con urgencia y seriedad, porque de mantenerse tendrá severas consecuencias para el país.
El mundo enfrenta una severa crisis de natalidad. La mayoría de los países desarrollados registra tasas de fecundidad bajo el nivel de reemplazo y como apuntaba el escritor y analista Moisés Naím en una reciente columna, una estimación de la ONU para el año 2080, es decir en poco más de 50 años, prevé que para entonces habrá más personas mayores de 65 años que menores de 18. En algunos países el panorama es especialmente dramático. La tasa de fecundidad en Corea del Sur, por ejemplo, llegó a 0,7 el año pasado, muy lejos de la tasa de reemplazo de 2,1, lo que plantea serios desafíos económicos y de sustentabilidad a futuro. En el caso de los países de la OCDE, la tasa pasó de 3,3 en los años 60 a 1,5 en la actualidad, también por debajo del nivel de reemplazo, es decir cuando la población se mantiene estable sin necesidad de apelar a la inmigración.
Chile no sólo no es ajeno a este problema, sino que enfrenta la caída más severa de la natalidad de América Latina, la región que además experimenta la baja más acelerada de ese indicador. Según cifras del INE, la tasa de fecundidad es de 1,17 por mujer -es decir por debajo del promedio OCDE-, muy lejos de lo que sucedía hace 60 años, cuando llegaba a 5,5. Pero incluso si se compara el número de nacimientos registrados el año pasado con los producidos a mediados de la década de los 90, la caída también es profunda. Si en 1994 nacieron 273.764 personas, el año pasado la cifra fue casi la mitad, 135.539. Si ello se suma a la mayor expectativa de vida, que llega a los 82 años, como recordaba un reciente estudio del CEP, el cambio demográfico que enfrenta el país es dramático. El año pasado el 19% de la población tenía más de 60 años; en 2050 será el 32%.
El fenómeno tiene severas consecuencias. No sólo porque la incapacidad de ir reemplazando a la población y el aumento del número de adultos mayores generará una presión difícil de sostener, sino porque también la reducción de población en edad activa limitará la fuerza laboral y condicionará las capacidades del país para sostener su crecimiento económico. Los costos para los sistemas de salud aumentarán inevitablemente y la presión sobre el sistema previsional también irá en alza. Todo ello exige abordar con seriedad la situación y debatir no sólo asuntos inevitables como, por ejemplo, el retraso de la edad de jubilación, sino también propuestas para revertir o al menos ralentizar el fenómeno y limitar sus consecuencias. Un debate aún más relevante cuando en el país se inicia la campaña electoral de cara a las elecciones presidenciales de fin de año.
Entre los distintos factores que explicarían el fenómeno, el factor económico es central, pero está lejos de ser el único relevante. Hoy el costo de vida ha aumentado y la mantención de un hijo representa un alto porcentaje del presupuesto familiar. Además, las perspectivas económicas del país no son favorables. En algunas partes del mundo para hacer frente a ello, se han impulsado incentivos económicos por hijo. Sin embargo, el hecho que los efectos de esas políticas hayan sido limitados, revela que la situación es más compleja. Influyen también cambios culturales como el retraso de la maternidad, una menor estabilidad de las parejas, el hecho de que las nuevas generaciones privilegien la libertad personal y su desarrollo profesional por sobre la formación de una familia, entre otros. Por ello, cualquier debate sobre el tema requiere una mirada integral.
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