Presidente Milad
"Con miradas de recelo hacia los medios, sin apariciones públicas, ni cuerpo a cuerpo con el adversario. Nada. Fue un trayecto recorrido con el dedo puesto en la boca. Rechazó el debate de ideas con Lorenzo Antillo, que tampoco se prodigó demasiado. Y se bajó de una entrevista programada y comprometida con este diario (o fue bajado por su equipo) porque no le gustaban las preguntas".
Cuando Pablo Milad abandonó la intendencia del Maule lo hizo convencido de que sería el nuevo presidente de la ANFP, un cargo goloso pero manchado hasta las rodillas de mala fama. Aunque tenía la experiencia reciente (2016) de una derrota por sospechosos cambios de bando de unos cuantos votos prometidos, se fió de la palabra de quienes esta vez le animaron a dar el salto con la garantía puesta por escrito de su apoyo. Y nadie le falló. Llegó con el respaldo de 25 votos (nueve clubes de Primera, que valen doble, más Wanderers y seis de la B, que suman simple) y 25 votos fueron los que obtuvo. Si alguien pecó de transfuguismo fue algo simétricamente imitado en el bando de enfrente, porque las cuentas no se modificaron. Milad se sienta, en principio por dos años y medio, en el sillón mayor del fútbol chileno. No sin alboroto, claro, un clásico entre presidentes de fútbol.
No necesitó de campaña Milad para imponerse. Casi al contrario fue la suya una victoria desde la discreción y el no hagamos ruido previo, conquistada entre cuatro paredes. Tuvo antes cerrados los votos que el programa. Con miradas de recelo hacia los medios, sin apariciones públicas, ni cuerpo a cuerpo con el adversario. Nada. Fue un trayecto recorrido con el dedo puesto en la boca. Rechazó el debate de ideas con Lorenzo Antillo, que tampoco se prodigó demasiado. Y se bajó de una entrevista programada y comprometida con este diario (o fue bajado por su equipo) porque no le gustaban las preguntas. Acertó a decir que el suyo va a ser un gobierno de transparencia y cerró la puerta.
Milad entendió que tenía la victoria asegurada y que solo la podía entregar si se equivocaba. O ni siquiera. Así que optó por refugiarse. No son unas elecciones al uso, que precisen propaganda, las del fútbol. En estas nada importa el sentir y la posición de la calle. El ganador solo necesita estrechar la mano de unos cuantos presidentes, mejor si son de Primera, y a ellos es a los que se trata de convencer. O viceversa. Y quizás para que nadie se moviera en esta foto, el proceso telemático final tuvo inesperados comisarios que vigilaron el sentido del voto secreto de algunos participantes. El Zoom dejó ver, por ejemplo, cómo alguien en la U estaba al lado e inmortalizaba el sufragio del nuevo timonel, Cristián Aubert, miladista que procede del bando de la rebelión. Los derrotados aseguran que van a impugnar los comicios precisamente por esa vulneración de la privacidad del votante. Y porque se vieron por Youtube. No hay unas elecciones a la ANFP pacíficas. Ni edificantes.
El polvo previo lo levantó exclusivamente y de manera forzada la sombra de Sergio Jadue. Con filtraciones por debajo de la mesa que aireaban conversaciones cariñosas entre el ya nuevo presidente de la ANFP y quien todavía espera en Miami condena por sus manejos al frente de ella. Milad solo apareció estos días precisamente para desmarcarse en alto de esa relación, con algún que otro renuncio. De la pelota y la industria no hubo noticias en esta supuesta campaña electoral ya concluida. Por no haber no hubo ni lugares comunes. Si existieron promesas de peso se las quedaron ellos.
Como fuera, sin saber aún cuál es la piedra filosofal de su proyecto o los argumentos de su victoria, el fútbol chileno (sonrojado otra vez el último día) tiene nuevo jefe. Alguien con trabajo por delante, porque son muchos los asuntos pendientes de la casa y de la industria. Sobre todo, recuperar el crédito y la reputación de un organismo ensuciado. Aunque habrá quien diga que lleva más prisa reactivar el dinero. La primera reunión anunciada será con Rueda. Y el objetivo prioritario, el retorno a la actividad. Presidente Milad.
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