Pulsión benéfica

Juan Sutil, presidente de la CPC
El presidente de la CPC, Juan Sutil, anunció un millonario fondo para apoyar a la salud pública.

Reconozco que si estuviera en la situación de los empresarios de la CPC quizás no donaría ni siquiera ese 0,2% de mi patrimonio... El punto es preguntarse si para los donantes no hay maneras más efectivas de contribuir a mejorar la condición de vida de la gente que dicen querer ayudar.



Son en estos tiempos de crisis cuando en medio del sufrimiento y angustia de muchos aparece también lo mejor de nuestra humanidad. Son innumerables los ejemplos de pequeños y grandes gestos de generosidad, tanto individuales como colectivos, siendo el caso más emblemático sin duda el de la “primera línea” de los servicios de salud.

Pero no son sólo los trabajadores de la salud los que han sido destacados en los medios últimamente. Ha reaparecido también una vieja “primera línea”, la del capital, que llevaba tiempo sin sacar el habla luego de un periodo de intenso cuestionamiento. Así es como hace un par de semanas la CPC anunció la creación del “Fondo Privado de Emergencia”, el que busca “colaborar con las necesidades más apremiantes de los chilenos en esta emergencia sanitaria”. Los elogios no se han dejado esperar e incluso ha sido calificado de “cruzada”. En efecto, acá tenemos a un grupo de personas dispuestos a compartir el fruto de su esfuerzo desinteresadamente con los que más lo necesitan, o al menos esa sería una de las primeras lecturas posibles. La meta original eran 50 mil millones de pesos, pero las donaciones, ¡ya suman más de 74 mil millones!

¿Cómo dimensionar tamaña generosidad? “74 mil millones” es una cifra que efectivamente cuesta entender para quienes vivimos en estratos más mundanos de la economía. Por ejemplo, si bien este fondo no alcanzaría para igualar lo que pagó un club de fútbol por el pase de Cristiano Ronaldo hace un par de años, sí al menos podría cubrir dos teletones completas.

Otra manera de dimensionar la generosidad de los donantes, es calcular qué porcentaje representa esta donación en relación a sus patrimonios, digamos, las 20 fortunas más importantes de Chile. Toda la información está en internet y es de fácil acceso, a cualquier periodista le tomaría 15 minutos el ejercicio. Al sumar los patrimonios de las principales fortunas involucradas en el fondo, los 74 mil millones (que probablemente serán además descontados de impuestos) representan algo así como el 0,2% de ellos. O sea, tal vez esta es una de las cruzadas menos costosas de la historia.

Reconozco que si estuviera en la situación de los empresarios de la CPC quizás no donaría ni siquiera ese 0,2% de mi patrimonio (se me puede describir de muchas maneras, pero “generoso” no es necesariamente una de ellas). Entonces el punto no es establecer una inexistente superioridad moral ante nadie. El punto es preguntarse si para los donantes no hay maneras más efectivas de contribuir a mejorar la condición de vida de la gente que dicen querer ayudar. Y alguien, tal vez preso de toda la evidencia disponible, podría argumentar que la manera más efectiva no es a través de la donación de porcentajes ínfimos de patrimonios astronómicos, sino más bien apoyando proactivamente cambios estructurales en la manera como la riqueza es creada y distribuida en nuestro país.

Porque recordemos que antes de la pandemia, ya estábamos sumergidos en nuestra propia crisis. En un contexto de bienes y servicios públicos deficientes, la mitad de los chilenos ganaba menos de 400 mil pesos líquidos al mes, mientras que 140 individuos -coincidentemente, los mismos del fondo- concentraban un 20% de la riqueza en Chile por producir no mucho más que concentrado de cobre, astilla de madera, o prestar servicios básicos de retail y bancarios. Un cínico incluso podría pensar que este fondo no es más que una operación de relaciones públicas de un sector que estaba con mucha necesidad de mejorar su imagen. El punto es que sería tan fácil demostrar lo contrario.

Por ejemplo, para empezar, la CPC se podría comprometer a apoyar una medida no tan radical pero increíblemente efectiva a la hora de recolectar fondos. Como nos recuerda el académico Ramón E. López en una reciente columna en Ciper; un país de ingreso medio como Portugal o Uruguay recauda en promedio un 30% del producto, mientras que Chile solo recauda un 20%. Pero si lográramos suplir ese 10%, el Estado en 5 años podría recaudar de forma extra el equivalente a más de 1.600 “fondos privados de emergencia” para ser invertidos en bienes y servicios públicos que beneficiarían a toda la población.

¿Solucionaría esto todos nuestros problemas? Claro que no, pero sin duda sería un muy buen primer paso para implementar el resto de reformas necesarias (incluido, por cierto, la modernización del aparato público). Además, en el corto plazo, este compromiso de futuros ingresos extra le daría al Estado mayor holgura para enfrentar con mayor decisión la crisis económica producto de la pandemia.

Entonces, para evitar cualquier confusión, el llamado no es a suspender las donaciones, las que sin duda tienen un efecto muy positivo sobre las fundaciones que las reciben. El llamado es a transparentar si esta “pulsión benéfica” desplegada en matinales y contactos en directo con Don Francisco, es realmente transformadora, o es más bien cosmética. Quizás esto es algo que se lo podrían preguntar a Juan Sutil la próxima vez que lo inviten al matinal.

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