El puma y el canario: el crecimiento de la ciudad, el modo de vida urbana y la afectación de la biodiversidad

Puma-900x509


En los últimos días hemos sido testigos de dos historias que han tenido gran connotación pública, pero que, tal cual una fábula de Esopo, nos deja una moraleja importante respecto de un tema que veremos a continuación.

En una primera escena tenemos a un puma que se encuentra agazapado en la cima de un árbol, una serie de personas que incluyen a los dueños de una casa, periodistas, camarógrafos y personal especialista, compartiendo todos el susto como emoción común, intentando resolver el encuentro entre una especie silvestre, potencialmente peligrosa, y la vida humana. Finalmente, el animal es anestesiado, cae del árbol y es llevado al hospital veterinario del Parque Metropolitano de Santiago para su posterior liberación.

En una segunda escena, tenemos a un canario, que ya está fallecido en las manos del que sería su dueño, un niño, quien le realiza una ceremonia, incluido canto y posterior realización de un agujero en el suelo, donde se representa una importante emocionalidad por la despedida de este ser querido. Al finalizar el niño intenta enterrar al ave, y suponemos su perro, antes de que sea sepultado, lo engulle e intenta arrancar.

Ambas escenas, como la fábula, nos permiten ejemplificar los efectos del crecimiento de las ciudades y el modo de vida urbano, como elementos importantes de la afectación de la biodiversidad, tanto en Santiago, como en Chile y el mundo.

Para introducirnos en el tema es importante entender que el efecto del crecimiento de las ciudades sobre la biodiversidad, entendiendo por esta la vegetación, la fauna o incluso los ecosistemas acuáticos, solo por citar a algunos, se da esencialmente por dos fuerzas importantes: el cambio de uso o cobertura de suelo; y las dinámicas del aumento de la población.

Respecto a la primera, en su proceso de continuo crecimiento, las ciudades van generando un proceso de reemplazo de suelos, ya sea por la necesidad de construir viviendas, carreteras o incluso plazas, como un mecanismo casi irreversible de transformación, que va provocando pérdida de hábitats de fauna (por ejemplo, la eliminación de esteros donde viven anfibios), la pérdida de biodiversidad (como la tala de bosque nativo) o la modificación de nichos ecológicos (como lo es una carretera que impide la circulación libre de animales a través de ella), entre otras manifestaciones que indirectamente también la afectan (aumento de temperatura superficial por el uso de concreto o la disminución de captura de gases invernaderos por la eliminación de bosques).

Por otra parte, en relación al aumento de la población, y quizás como uno de los elementos más críticos en esta fábula, va provocando impacto esencialmente porque a medida que hay más personas, éstas ocupan con mayor intensidad los espacios naturales adyacentes, hábitats de especies de fauna, provocando fenómenos como el deterioro de la vegetación por su explotación y uso, así como por caza de animales, y quizás el fenómeno más polémico la ocupación de nichos por fauna doméstica, donde esencialmente a más personas, más perros y gatos, y estos compiten con la fauna nativa (pumas y otros) por alimentos o incluso los depredan porque son parte de su comida en condiciones silvestres.

A partir de lo anterior y considerando la información proporcionada por el INE (2017) en el caso del Área Metropolitana de Santiago desde el año 2006 al año 2017 se pasó de 67.694 ha a 85.743 ha respectivamente, lo que da cuenta de un crecimiento de aproximadamente un 25% de la ciudad, lo que evidentemente provocó este reemplazo de suelos y de hábitats de fauna nativa; mientras la población de la Región Metropolitana pasó desde el 2002 al 2017 de 6.061.185 de habitantes a 7.112.808 habitantes respectivamente, provocando efectos en el mayor uso de espacios naturales cercanos (que se evidencia en el aumento de ascensos a los cerros vecinos) y el aumento de mascotas domésticas (perros y gatos).

El problema anterior es importante. Chile, de acuerdo a datos del Ministerio del Medio Ambiente (2016), posee aproximadamente 31.100 especies de plantas, animales, hongos y bacterias, y se constata, además, un alto grado de endemismo con cerca de 22 a 25% (es decir 1 de cada 4 especies, existe solo en Chile y no en el resto del mundo).

Para poder prevenir lo anterior, es necesario trabajar en un Ordenamiento Territorial efectivo, que de partida congele los límites urbanos; impida la proliferación de nuevas parcelaciones de agrado al margen de la normativa urbana o desarrollos que no sean armónicos con los usos definidos; genere condiciones para la protección de hábitats frágiles y singulares; y permita la conectividad entre ecosistemas, así como el flujo de especies. Existe la capacidad técnica y el interés ciudadano para llevar esos procesos a cabo, como se ha hecho en ciudades líderes en esa materia como Vitoria Gasteiz en España o Curitiba en Brasil, faltando solo la voluntad política.

Así, entonces, y tratando de generar un aprendizaje a partir de esta fábula, en la medida que no controlemos el crecimiento de la ciudad en áreas sobre todo naturales, así como reforcemos la tenencia responsable de animales, tanto la presencia de pumas como la alimentación de nuestros perros con aves nativas se hará cada día más frecuente, pero lo más grave de todo es que destruiremos uno de los principales patrimonios de Chile y potencial recurso para el desarrollo sostenible futuro, su Biodiversidad.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.