Qué sí y qué no
Parto deseándole éxito al Presidente Boric. Su tarea no es fácil y necesita el concurso de todos nosotros. Su mayor amenaza es un Chile que no sea de todos, sino cuasi mitades polarizadas por lógicas “partisanas” que contradicen sus deseos. El fracaso de la Convención Constitucional (CC) puede arrastrarlo a él y a Chile.
Al superar los 26.000 adherentes, no puedo asegurar que en todo los amarillos pensemos igual. Pero sí, que comparto mucho con muchos chilenos y chilenas. Soy parte de los alarmados con el curso tomado por la CC. Chile requiere que rectifiquen y si no lo hicieran, necesitaremos otro camino para lograr una nueva Constitución. No quiero una vuelta atrás, prolongando o exacerbando desencuentros de años.
Busco cosas simples y claras. Una Constitución que contribuya a la unión de toda la diversidad y multiculturalidad chilena, no a su desunión y fragmentación debilitando a Chile. Quiero más y mejor democracia. Un país de hombres y mujeres diversos, libres e iguales; no, como el texto que avanza, sujetos a una maraña de restricciones, prohibiciones y disposiciones que estrechan espacios de libertad, desigualan ante la ley su ciudadanía y su acceso a la justicia, dejando además tal cantidad de vaguedades a leyes posteriores, que nos condenan a una prolongada y tensa discusión legislativa que eterniza incertidumbres. Quiero libertad y no control de medios de comunicación y de expresión. Quiero que siga habiendo Senado y Cámara de Diputados, con los recientemente elegidos y que serían cesados al momento de promulgarse una nueva Constitución que sustituya ambas cámaras; son tan legítimos como los convencionales electos. Quiero una política medioambiental que sea seria y enfrente de verdad el principal desafío actual de la humanidad, el calentamiento global; no buenas intenciones de hecho polucionistas, ni proliferación de autoridades ambientales en microcomunidades, sin unidad de criterio, expuestas a actores inescrupulosos capaces de capturar voluntades y dañar el medio ambiente. Quiero una política en derechos humanos y sociales que cubra derechos nuevos, como los de género y minorías étnicas, y perfeccione otros prioritarios como educación, salud, previsión y seguridad ciudadana; pero no la imposición de desigualdades constitucionales para unas u otros. Quiero el respeto a la propiedad privada, sea personal, familiar o emprendedora y no políticas expropiatorias que nos llevan a indefensiones ciudadanas, al choque con la economía global y a la ruina. Sabemos que en los últimos decenios el 80% del financiamiento de derechos sociales ha provenido del crecimiento económico y ahora necesitamos una economía aún más inclusiva.
Quiero, por último, que no decidan a matacaballo y estresados sobre el futuro de los próximos 40 años. Los mismos convencionales hablan de extenuantes sesiones de 14 horas diarias. Dense el tiempo que una buena Constitución merece.
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