¿Quién le pone el cascabel al gato?
SEÑOR DIRECTOR:
Los hospitales y centros de salud, espacios destinados al cuidado y la recuperación, se han convertido en escenarios recurrentes de violencia. Esta situación compromete gravemente su funcionamiento y la integridad de quienes trabajan allí, así como la de los pacientes, principalmente en las unidades de urgencia que mantienen sus puertas abiertas día y noche.
Un ejemplo dramático ocurrió recientemente en la Urgencia del Hospital Padre Hurtado, una institución clave para la atención pública en la zona sur de Santiago, que debió paralizar sus actividades tras graves episodios de violencia. A finales del año pasado, un tiroteo dejó a dos enfermeras heridas con perdigones. Este lamentable hecho refleja la cruda realidad que enfrentan los trabajadores de la salud, quienes alzan la consigna: “Menos balas, más seguridad”.
Estos no son casos aislados. Anteriormente, el SAR de Los Quillayes sufrió dos ataques consecutivos que afectaron tanto al personal como a los usuarios. Desde agresiones verbales hasta ataques físicos, el personal de salud enfrenta un entorno hostil que deteriora su salud mental y física, y afecta directamente a los pacientes en momentos críticos.
Es urgente implementar un enfoque integral que combine medidas de seguridad efectivas, protocolos estrictos y una revalorización del rol del personal sanitario. El Estado y las instituciones deben garantizar un entorno digno y seguro para los trabajadores de la salud, principalmente a quienes estamos más expuestos.
La violencia no puede normalizarse. El sistema de salud pública está en riesgo vital, y la inacción pone en peligro no solo a los profesionales, sino también a la población que depende de él. Es hora de actuar.
Allan Mix
Presidente Sociedad Chilena de Medicina de Urgencia
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