Razones tras lo ocurrido en el INBA

Inba
Foto: Andres Perez


SEÑOR DIRECTOR:

Con estupor y pena hemos conocido el doloroso accidente que ha afectado a un grupo de alumnos del INBA. Verdaderamente, cuesta entender por qué hechos de esta naturaleza tienen espacio en un establecimiento escolar.

Las razones que permiten comprender esta situación sin duda son diversas y complejas, pero propongo las siguientes tres como principales: en primer lugar, la ausencia de padres que comprendan que la educación de sus hijos es un deber, entendiendo, por cierto, que una correcta formación es aquella que establece un marco claro de límites dentro de los cuales los niños y jóvenes puedan moverse. En este sentido, resulta tremendamente chocante (pero muy clarificadora, a la vez) la carta que un grupo de apoderados del INBA hizo pública, en la que expresamente se desentienden de su rol formador al afirmar que “siempre habrá quien esté dispuesto a arriesgar su vida y su libertad por hacer ruido suficiente para ser escuchado”. ¿Acaso alguien puede creer que un padre cumple adecuadamente con su rol si es que permite o incluso alienta que su hijo participe en actividades que ponen en riesgo su vida?

En segundo lugar, debe mencionarse la falta de reconocimiento de la autoridad que, en general, vemos en las actuales generaciones de jóvenes, lo cual se hace evidente en el caso de los profesores y directivos escolares. Este fenómeno, que se observa también en otros ámbitos, ha sido promovido -no vale la pena engañarse- por el sector del progresismo, que siempre ha visto con recelo a la autoridad. Lo anterior se ve potenciado por un reconocimiento general mucho mayor de los derechos que de los deberes, y que tiene su máxima expresión en la mayor importancia que se le da al derecho a la manifestación o protesta en desmedro del derecho a la educación.

Inevitablemente relacionada con lo anterior, aparece también como causa la falta casi absoluta de disciplina, que lleva a muchos padres a exigir o demandar a los profesores de sus hijos que no los traten estrictamente, en el entendido de que su deber como padres es evitar a toda costa cualquier percance o sufrimiento que puedan enfrentar sus hijos.

Las variables son sin duda múltiples y podrá discutirse qué tanto explican el fenómeno: lo penoso es ver cómo estas situaciones siguen deteriorando la alicaída imagen de la educación pública, mientras las autoridades involucradas evaden cualquier tipo de responsabilidad.

Juan Eduardo Vargas

Vicerrector académico

Universidad Finis Terrae

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