Realismo con renuncia
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad, U. del Desarrollo
Con pocas excepciones, la mayoría de quienes han opinado respecto del gabinete ministerial anunciado por Gabriel Boric han valorizado positivamente la designación de Mario Marcel en la cartera de Hacienda. Y las razones son evidentes: en un contexto de alta incertidumbre, y en presencia de un desequilibrio fiscal que constituye una amenaza severa para la estabilidad macroeconómica de mediano y largo plazo, colocar a cargo de las finanzas públicas a una persona de alta capacidad técnica, con redes transversales y con capacidad de diálogo, sin duda entrega una señal de tranquilidad. Pero, lamentablemente, lo anterior no va a ser suficiente. Se va a requerir también que el propio Presidente, su equipo de gobierno y las agrupaciones políticas que lo van a acompañar en la travesía, tomen verdadera conciencia de las limitaciones objetivas que se va a enfrentar a la hora de aplicar el programa, así como también de las contradicciones que contiene.
La recordada frase de la ex Presidenta Bachelet, que ante las dificultades que estaba enfrentando durante su segundo mandato le pidió a su equipo de ministros actuar “con realismo, pero sin renuncia”, tuvo como corolario un ambiente de incertidumbre que paralizó la inversión y que generó un virtual estancamiento de la economía. Si alguna lección se puede extraer de ese período es que en tiempos económicos adversos el realismo exige renuncia, tanto en el uso de recursos fiscales como en la dirección de los cambios, cuando estos se contraponen con el objetivo del crecimiento y del empleo.
Entre los aspectos que el gobierno que asumirá en marzo ha destacado como prioritarios, cabe tener presente que una reforma tributaria que incorpore tributos que sean de aceptación popular pero que introduzca incentivos contrarios al ahorro y a la inversión, obviamente no va a generar los recursos que se espera recaudar y adicionalmente va a afectar el crecimiento y el empleo; que una reforma al sistema de pensiones que migre hacia la lógica del reparto, inevitablemente va a afectar el funcionamiento del mercado de capitales, haciéndole perder esa profundidad que ha sido fundamental para el financiamiento de nuevos proyectos de inversión y para poder entregar créditos de largo plazo; y que planes de reactivación que no asuman la realidad de que, más allá de las restricciones fiscales, en las actuales circunstancias lo que la economía chilena necesita es “enfriarse” para corregir los desequilibrios que se han incubado, conllevan el riesgo de terminar perdiendo la batalla contra el virus de la inflación.
El “realismo con renuncia” obligará no solo a introducir gradualidad a los cambios, sino que también a renunciar al uso de instrumentos de política que no son compatibles con el objetivo de un desarrollo sostenible en el largo plazo. Malas políticas, aunque se apliquen gradualmente, seguirán siendo malas. Menuda tarea es la que tiene por delante Mario Marcel.