Reconversión

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02 DE MARZO DEL 2018 TEMATICA DE GENTE CAMINANDO POR FUERA DE EDIFICIOS DE OFICINAL SANTIAGO, CHILE FOTO: LUIS SEVILLA FAJARDO

Aunque muchos empleos retornarán con el fin de la cuarentena -en especial los de cuenta propia-, millones no, porque la crisis sanitaria ha producido cambios estructurales en muchos sectores.



La tasa de desocupación de 13,1% para el trimestre mayo-julio no es un indicador capaz de dimensionar el desamparo, la angustia y la desesperación que siente una familia al perder su fuente de ingresos.

Lamentablemente, el problema real es mucho peor. La tasa de desempleo incorpora solo a los que no recibieron remuneraciones por una hora de trabajo en la semana anterior a la encuesta y que, adicionalmente, estuvieron buscando un empleo durante el último mes. Basta que alguien desalentado por las condiciones actuales haya dejado de buscar trabajo para que sea considerado fuera de la fuerza de trabajo. Al incluir a todos los que tienen alguna disposición para entrar en el mercado laboral, la tasa de desocupación llega al 30,2% o el equivalente a 3 millones de personas.

Pero falta considerar otro grupo que aparece como ocupado, pero que en realidad se encuentra en una larga pausa laboral. Es el grupo de los suspendidos que, según los datos administrativos, suman unas 700 mil personas, muchas de las cuales no podrán volver a sus antiguos trabajos porque estos ya no se encuentran disponibles o porque la empresa en la que trabajaban ya no existe.

Aunque muchos empleos retornarán con el fin de la cuarentena -en especial los de cuenta propia-, millones no, porque la crisis sanitaria ha producido cambios estructurales en muchos sectores y porque, además, la economía chilena enfrentará un año y medio de alta incertidumbre.

Para enfrentar lo anterior, el plazo de la Ley de Protección del Empleo será extendido, se han entregado bonos estatales para las familias en situación vulnerable y se estudian subsidios a la contratación. Pero ante la magnitud del problema que enfrentamos estas medidas pueden ser insuficientes.

En el corto plazo hay que pensar en medidas como las aplicadas por Alemania -en que el Estado financia temporalmente parte de la remuneración de los trabajadores activos- para evitar nuevos despidos y crear incentivos para retener los actuales empleos. Para el largo plazo, se hace urgente diseñar un programa amplio de reconversión laboral, que al menos complemente el sistema de capacitación obsoleto que tenemos, el que se enfoca en trabajadores activos que se desempeñan en empresas con utilidades, requisitos que dejan sin herramientas a los millones de desocupados. Han pasado casi 9 años desde que una comisión concluyó que la política de capacitación en Chile “no contribuye significativamente a mejorar los ingresos laborales ni la empleabilidad de los trabajadores” y poco hemos avanzado desde entonces.

La mayor cantidad de desocupados en la historia de la economía chilena debe ser razón suficiente para diseñar e implementar cuanto antes un poderoso programa de empleabilidad.