Recuperar el honor
SEÑOR DIRECTOR:
Desde tiempos inmemoriales y en distintas civilizaciones, las guerras han sido parte del lamentable devenir de la historia. En todos los casos, una parte importante del “backstage” de las batallas es la disposición final de los muertos.
Los egipcios y los hititas, tras la batalla de Qadesh, dispusieron el entierro y embalsamiento de los más de 10 mil muertos de ambos bandos.
Los griegos y los troyanos destinaron doce días de receso en los combates, para hacer los ritos funerarios de propios y enemigos.
La Convención de Ginebra de 1949 en sus artículos 16 y 17 define que se debe identificar el cuerpo, con sus circunstancias y fecha de muerte. Se debe “velar por un entierro honroso”.
Hoy en Chile subsisten más de 1.100 familias que nada saben de sus deudos, muertos que no han sido entregados, a los que no se les han hecho los rituales, asesinados que no pueden descansar y que siguen doliendo.
Se insiste a las víctimas “dar vuelta la página”, cuando nada se sabe de la hija, el hijo, la pareja, el padre, la madre; que estuvo solo y aterrorizado en sus últimos momentos, que vivió los vejámenes más horrorosos y demenciales antes de su muerte, para luego desaparecer en el tiempo como un suspiro en el viento.
El honor de la búsqueda de sus familiares contrasta con el oprobio de nuestro ejército, que al día de hoy aún no resuelve esta vergüenza. Las palabras del general Iturriaga deben conducir a romper los pactos de silencio, pues mientras eso no sea resuelto, no habrá reconciliación y no será restituido el honor del Ejército de Chile.
Juan Carlos Urzúa
Presidente del Partido Liberal