Recuperar la plaza
Una de las imágenes más chocantes del Año Nuevo en Plaza Italia fue un grupo de jóvenes montados sobre la estatua del General Baquedano, degradando con gestos obscenos al héroe e intentando derribarla. El video circula profusamente por redes sociales. A su alrededor, otros jóvenes celebran ruidosamente la hazaña, todo relajado y en "buena onda", desde luego.
A continuación, en la misma plaza, supuestamente copada preventivamente por la policía, se realiza una fiesta "espontanea" para varios miles de personas, con abundantes fuegos artificiales, alimentos, bebidas y… ¡artistas invitados! Tan generoso evento no fue organizado por la municipalidad, mucho menos por la intendencia. ¿Por quién? Bueno, al parecer existe otro país, paralelo y desconocido.
"Todo normal, todo pacífico", fue la calificación del agobiado jefe de las fuerzas policiales (Comandante Clavería) y celebrado por un evidentemente abrumado intendente Guevara.
Supongo que al igual que muchos (aunque ya no sé bien a estas alturas), el hecho me violenta, me fuerza a tragar humillación a chorros (ese era el objetivo, sin duda). Pero, ante todo, experimentar el desamparo. La constatación que, hoy por hoy, nadie puede hacer nada. La plaza está tomada y el Estado, la fuerza pública, carecen del poder para controlar este tipo de expresiones. Eventos similares ocurrieron en Valparaíso, Concepción, Punta Arenas. Simplemente, el imperio de la ley está rendido.
El estallido del 18/O, sobre el que sabemos tan poco, está mutando. Hay algo que se ha ido extendiendo en la medida que la violencia extrema del inicio y la manifestación social se han replegado. Parece ahora una estrategia más focalizada, destinada a la subsistencia del miedo. Incluye la funa, la destrucción moral (y física en algunos casos) de todo lo que se relacione al Estado, sus emblemas y toda autoridad que no sea incondicional a su gesta. (El monumento a Baquedano casualmente está en esa plaza, pero bien podría haber sido Prat, O´Higgins o cualquiera de los símbolos con los que hemos construido nuestra identidad nacional). Las autoridades están paralizadas. (Hemos visto imágenes, como cuando la víctima fue el diputado Boric, pero he sabido de senadores que, por temor, no han podido volver a sus hogares durante días).
Con la fiesta de la plaza se inicia el año con una gran farsa, en la que participamos todos. Seguimos nuestras vidas tratando de convencernos, en un acto de negación freudiana, que "todo está normal". Así, el gobierno hace como que gobierna, el Congreso hace como que legisla, Carabineros hace como que resguarda el orden público. Y, entre todos, hacemos como que nos preparamos para una ceremonia ejemplar de la democracia, un plebiscito en el que libre e informadamente decidiremos si queremos una nueva Constitución.
Desgraciadamente, nada de esto es real; no, mientras la plaza esté tomada y rija el miedo.
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