Rehacer la fila

Campamento Lampa


Por Sebastián Bowen, director ejecutivo de Déficit Cero

En su primera cuenta pública a la nación, el Presidente Gabriel Boric fue enfático al señalar que Chile vive una emergencia habitacional con un déficit de vivienda cercano a los 650 mil hogares. Días después, en un discurso al gremio de la construcción, fue más allá y planteó con claridad que “para abordar este tremendo desafío del déficit cero al 2030, vamos a tener que trabajar en conjunto y eso lo veo como algo positivo. Para solucionar este problema no hay atajo y vamos a dialogar con todos los que sean necesarios”.

La falta de acceso a la vivienda no es solo un problema urgente, sino también complejo. Detrás del déficit se esconden otras brechas que están relacionadas con el desarrollo urbano, la gestión pública, el ordenamiento territorial, la productividad, la sustentabilidad o los mecanismos de financiamiento. Por lo tanto, la invitación del Presidente implica abordar todos y cada uno de estos nudos como sociedad, con sentido de urgencia, pero también con medidas estructurales que hagan los cambios sostenibles en el tiempo.

En este marco, uno de los desafíos prioritarios será enfrentar lo que podríamos llamar “el déficit de información y organización social”: la capacidad de identificar y organizar la demanda de familias por la vivienda. Difícilmente se puede elaborar una estrategia efectiva para enfrentar la cuestión habitacional y urbana si no conocemos su magnitud, distribución y caracterización, y no contamos con los esquemas necesarios para ordenarla y conectarla con las soluciones posibles.

En la actualidad, el Estado cuenta con información parcial de la demanda habitacional, constituida por familias que han postulado o están postulando a subsidios. Es parcial porque, al mismo tiempo, el Estado cuenta con escasa información respecto de la demanda habitacional que, por diversos motivos, no ve en el subsidio ni en el mercado formal de la vivienda un camino de solución. Justamente, esta “demanda oculta” se integra de forma creciente y preocupante a un sistema informal de vivienda que otorga soluciones rápidas pero riesgosas y cada día más caras. Un Estado ciego seguirá actuando con piloto automático, mientras continúan expandiéndose los síntomas de la última década, que dan cuenta de un sistema desbordado, con aumento de campamentos y el arriendo informal entre otras expresiones.

Por este motivo, constituir un sistema de información de la demanda habitacional, que sea proactivo y que permita señalar las necesidades y características de las familias, es una propuesta que debiera ser piedra angular de una estrategia para el déficit habitacional cero en el mediano plazo. Esto permitirá diseñar soluciones que respondan de forma más precisa a las necesidades de las familias y adelantarse a los potenciales problemas habitacionales.

Elaborar un sistema como este, que levante la información de la demanda habitacional existente, significa destapar una olla a presión. Y es que una vez conocida la información, para el Estado será objetiva la urgencia de un problema que no tiene solución inmediata. Por eso la propuesta debe caminar de la mano con cambios en la priorización y organización de la misma demanda, buscando, de esta forma, construir un nuevo pacto urbano-habitacional entre las instituciones y las familias que buscan vivienda.

Hoy el sistema de postulación al subsidio habitacional no se fundamenta en la planificación urbana o en la necesidad social. Lamentablemente, se fundamenta en la competencia. Tal vez donde mejor se aprecia esta lógica es en la situación de los comités de vivienda. Siendo el acceso al suelo disponible el principal cuello de botella, el sistema está estructurado de tal forma que los comités deben “competir” por los terrenos cada vez más escasos y, la mayoría de las veces, esta competencia se basa en la presión que ejercen sobre las autoridades para que le faciliten el acceso al suelo disponible.

Así, nuestro sistema de subsidio no es una fila que eventualmente alguien se podría saltar, sino más bien se parece a una suerte de ventanilla única en un salón donde todos “achoclonados” se las ingenian para acceder a un ticket para un terreno.

Pero esto no necesariamente debe ser así. Si conociéramos la demanda, sus preferencias y condiciones, podríamos elaborar planes estratégicos locales que, mediante cambios normativos, disposición de recursos centrales y regionales, con participación y compromiso de los actores locales, privados, sociales y de las propias familias, se proyecte y disponga del espacio necesario y el desarrollo de las diversas soluciones para responder a la demanda habitacional. Un cambio, de una lógica centrada en la atomización y la competencia, a una lógica centrada en la planificación y la colaboración, buscando dar respuesta a cada familia, en cada territorio, de acuerdo a sus necesidades y oportunidades.

Llevar adelante una estrategia para enfrentar el déficit habitacional en el mediano plazo en el país implica comenzar por mirar al problema levantando la demanda y dar a entender que estamos todos en el mismo barco elaborando planes conjuntos en los territorios. Todo lo cual exige un nivel de coraje, visión y liderazgo político inusual, porque implica mirar más allá de los próximos cuatro años, implica compartir mucho los éxitos y poco las derrotas, implica dar noticias que no todos estarán de acuerdo, implica contener, convencer, consensuar. Nada de lo cual es muy dado en nuestros tiempos, pero si algo ha quedado claro, es que también estos tiempos son propicios para los cambios profundos.

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