¿Reinvención de los partidos?
La proliferación de listas independientes para la Convención Constitucional confirma que parte relevante de la sociedad no se siente interpretada por los partidos. Este fenómeno transversal ha tomado un cariz particular en la centroizquierda donde ha surgido una sociedad civil que está asumiendo un rol activo en generar alternativas de representación política. En la derecha no existe un fenómeno similar. De consecuencia, lo que se abre es particularmente desafiante para el progresismo, que siempre ha reivindicado un papel relevante para los partidos y hoy enfrenta no sólo una brecha de desconfianza con la ciudadanía, sino un desmarque de la sociedad civil y líderes ciudadanos cercanos a sus ideas que se levantaron como alternativas de representación que le competirán.
La aparición de nuevos actores sociales y liderazgos identificados con la centroizquierda es un hecho positivo que tiene el potencial de nutrir el sector, abriendo vínculos con expresiones y temáticas que los partidos no habían recogido. Sería esperable que el resultado de este proceso sea un remezón en los partidos que los lleve a repensar su rol e innovar en su funcionamiento para ponerse en línea con los cambios que estamos viviendo. Sin embargo, no parece que esa respuesta se esté produciendo y en ese caso tenderá a consolidarse la fragmentación del campo progresista y el divorcio entre partidos y sociedad.
La profundización de la crisis de los partidos no sería un buen augurio para el orden político que surgirá con la nueva Constitución. La razón es muy simple. Cuando no hay partidos, lo que hay son caudillos que vienen y van. Los partidos también los tienen, pero no están enteramente a su merced porque poseen un ideario político del cual deben dar cuenta. Cuando votamos por alguien de un partido tenemos alguna idea de qué representa, si reemplazamos eso por una competencia de individualidades deberíamos hacer un escaneo de las biografías y opiniones de cada uno, tarea imposible. Por otra parte, el papel de los partidos, a diferencia de los líderes individuales o los grupos que promueven causas temáticas, es pensar alternativas que consideren a la sociedad en su conjunto. No pueden desentenderse de que lo propuesto en un ámbito tiene consecuencias en otros. Muchas veces lo hacen mal, incluso pésimo, pero les podemos demandar que respondan por ello. A un movimiento social o un líder de una causa no podemos exigirle eso, y tiene todo el derecho a defender su punto sin referirse a otras materias correlacionadas.
Si los partidos de centroizquierda toman en serio este tema necesitarán hacerse muchas preguntas. La militancia basada en larguísimas reuniones, impuntuales e ineficientes es incompatible con la vida de una persona normal. Las prácticas clientelares, que canalizan a través de los partidos acceso a empleos y favores varios distorsiona toda democracia interna. La incidencia en los debates políticos de la presión ejercida por quienes deciden las candidaturas resta libertad a la toma de posición de los y las militantes. El predominio de lo electoral por sobre los contenidos sustantivos termina vaciando de sentido el asociarse para hacer política, transformándolo en una mera organización para obtener cargos. Para todos estos problemas hay remedios, pero representan un cambio copernicano en la forma tradicional de funcionar y una pérdida de poder para los grupos que ejercen control. Es hora de atreverse a tomar esa agenda, con audacia y generosidad, de lo contrario le cortaremos el vuelo a la nueva democracia prometida en el cambio constitucional, y condenaremos a la centroizquierda a una fragmentación que le impedirá conformar mayorías.
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